Los calambres musculares son muy frecuentes.Afectan a varios grupos musculares: pies, piernas, muslos, abdominales y brazos. En verano son más frecuentes y suelen estar asociados al calor y a la realización de ejercicio físico durante un periodo de tiempo prolongado, con una temperatura y humedad altas y con una hidratación inadecuada. Pero también pueden aparecer horas después de haber realizado el ejercicio físico, incluso durante el reposo nocturno.

Durante el ejercicio se produce un agarrotamiento brusco y doloroso que nos dificulta continuar con la carrera; es preciso detener la carrera, y continuar caminando o realizar estiramientos controlados.

El diagnóstico es clínico.Se observa a la palpación un endurecimiento localizado de músculo afectado y el masaje resulta muy doloroso. Si se prolonga en el tiempo o produce gran limitación funcional es conveniente realizar una ecografía para descartar una rotura fibrilar del músculo.

El mejor tratamiento es la prevención. Por eso prepararemos el músculo para la carga requerida en la prueba o carrera que tengamos que realizar. Esta preparación se debe realizar tanto a nivel mecánico como a nivel neuromuscular.

Las principales herramientas para la prevención de las lesiones musculares es el control de los factores de riesgo, el equilibrio de las articulaciones y un entrenamiento específico para el deporte practicado con las condiciones ambientales que reproduzcan la competición.

Debemos mejorar el entrenamiento específico, la tolerancia a la fatiga y la fuerza en contracción excéntrica. Son importantes el equilibrio en las articulaciones lumbo-pélvicas y unos programas de rehabilitación para prevenir lesiones recidivantes.

Son factores de riesgo de las sobrecargas musculares: la práctica de actividades físicas que entrañen ejercicios explosivos, la edad, las lesiones previas que condicionan pérdida de fuerza y/o flexibilidad, la fatiga muscular, el momento de la temporada, la alimentación incorrecta, los defectos en el calentamiento, la mala aplicación de los estiramientos, los cambios de material, el calzado deportivo o la superficie de entrenamiento.

Intentaremos entrenar a una intensidad lo más parecida posible a la de la competición favoreciendo el acondicionamiento muscular. El músculo fatigado llega antes al umbral de rotura que el músculo no fatigado o ya recuperado de la actividad física.

Por último, debemos controlar las condiciones de temperatura y humedad, evitando insolaciones, y los golpes de calor. Es muy importante una hidratación adecuada.

* Especialista en medicina

del deporte