La rodilla es una articulación entre el muslo y la pierna que soporta una carga importante y permite una movilidad amplia en flexión y rotación.

La forman cuatro huesos -fémur, tibia, peroné y rótula- que no son muy congruentes entre si y que precisan de elementos de interposición y de contención. Estos elementos -fibrocartílagos, ligamentos laterales, cruzados, meniscos y sinovial-sufren frecuentemente inflamaciones traumáticas por sobrecarga o por otros procesos metabólicos o reumáticos.

La rodilla es una articulación muy superficial y fácil de explorar. Se puede valorar si existe derrame articular (sinovitis o artritis), su estabilidad ligamentosa (esguinces lateral, medial anterior y posterior) y los meniscos mediante pruebas clínicas (McMurray-Cabot).

Origen del problema

En ocasiones el dolor de la rodilla puede tener otro origen: vascular o linfático, especialmente en la cara posterior. También puede tener su origen en la zona lumbar con afectación de las raíces nerviosas L3, L4; o en la cadera con lesiones del labrum acetabular, roce femoro-acetabular o necrosis avascular de la cabeza femoral. Por ello debemos completar la exploración de la rodilla con la revisión de columna, caderas, tobillos y pies (estudio podológico). La historia clínica -antecedentes deportivos-, las características del dolor, con otros síntomas asociados como derrame articular, chasquidos o bloqueos articulares, fallos o inestabilidad y una buena exploración física nos orientan a una sospecha diagnóstica.

Según la edad (jóvenes con alteraciones de crecimiento o veteranos con alteraciones degenerativas -artrosis-) y patologías previas (intervenciones, fracturas, gota, diabetes mellitus, condrocalcionosis) debemos completar el estudio con análisis de sangre, incluso del liquido sinovial y pruebas de imagen.

Con una radiografía simple podemos valorar la articulación femoro-patelar o rótula y los signos degenerativos o artrosis tricompartimental (fémur, tibia y rótula). También se observa en la radiografía si existen osteocondritis disecante en cóndilo femoral o rotula, necrosis isquémica del cóndilo femoral interno y condromatosis sinovial o cuerpos libres intraarticulares.

Ecografía y resonancia

La ecografía nos aporta datos del líquido sinovial, ligamentos laterales, cartílago e incluso quistes o lesiones meniscales. En ocasiones debemos recurrir a la resonancia magnética (meniscos y ligamentos cruzados) o a la gammagrafía ósea (infecciones, tumores, algodistrofia).

*Especialista en medicina

deportiva