Que Navarra haya sido el escenario escogido para la presentación nacional de la sexta generación del Volkswagen Polo no es casual. La planta que la firma posee en Pamplona ha tenido en sus 50 años de

historia un papel protagonista en el éxito del modelo, saliendo de ella, solo el pasado año, 296.800 unidades con destino a todo el mundo.

El nuevo modelo está basado en la plataforma MQB-A0 ideada

para simplificar los procesos de producción de los polivalentes de las distintas marcas del grupo.

Con ella se consigue una gran libertad de diseño a la par que optimizar el uso de componentes

y aplicar economías de escala.

Exteriormente, aunque el parecido con su antecesor es significativo, todo es nuevo y hace gala de una imagen más adulta y musculada. Es por ello que no sorprende comprobar que ha crecido en casi todas las dimensiones, siendo ocho centímetros más largo (4,05 metros) y siete más ancho (1,75 metros). Evidentemente, ello se traduce en un espacio para los pasajeros y un maletero que son casi calcados

a los que ofrecía el Golf de cuarta generación. Pero además de por la habitabilidad, el interior también destaca porque abandona la habitual sobriedad decorativa dejando que los colores vivos se abran

paso en distintos elementos del salpicadero y la consola central.

La calidad de materiales y su ensamblaje, eso sí, sigue estando al más alto nivel. Asimismo, la personalización será un elemento esencial del nuevo Volkswagen. Y con cuatro niveles de acabado (Edition, Advance, Sport y GTI), tres paquetes de equipamiento (R-Line, Style y Black Style), 14 colores de carrocería y 11 tapicerías para los asientos, conseguir un Polo único será fácil para los clientes.