Nadie olvida, pero 1.180 días después de la tragedia, el Ayuntamiento de la Todolella ha vuelto a abrir las puertas del albergue de Sant Cristòfol. Ha sido un momento duro. Impactante. Arropados por operarios de Cinctorres, la Mata de Morella y Forcall, procedieron a realizar la limpieza del patio, los aseos, la ermita y varias estancias. Mediterráneo accedió a este lugar estigmatizado, donde se vivió la desgracia que ha marcado a una comarca y en la que murieron 18 personas intoxicadas tras inhalar monóxido de carbono.

Eran las 9.00 horas y las labores de saneamiento y reparación habían comenzado. Una furgoneta estaba aparcada en la puerta del refugio y varios trabajadores se encontraban manos a la obra. "La función del carpintero es reparar la puerta del aseo, que estaba forzada desde el día mismo de la tragedia", explicaba el alcalde de la localidad, Alfredo Querol. Por su parte, el fontanero se encontraba arreglando "las tuberías del agua caliente, que estaban agarrotadas por el frío intenso", incidió el primer edil.

A las 15.00 horas, ya no había solo una furgoneta, sino cinco. En el interior de una de ellas se divisaban cajas con botellas de bebidas alcohólicas, bolsas y objetos envueltos con papel de periódico. Eran algunos de los restos de la fiesta que vivieron las víctimas horas antes de morir y que estaban siendo guardados para su posterior traslado a un local municipal habilitado.

LIMPIEZA Y RESPETO. Mientras, el resto de trabajadores arrancaban las hierbas del patio principal, barrían la hojarasca y la arena; limpiaban los aseos y mejoraban el aspecto de la ermita de Sant Cristòfol para la celebración de las romerías --la Todolella, mañana; Cinctorres, el día 3; la Mata, el 4; y Forcall, el 11--.

Los operarios se mostraban felices por el hecho de dar un paso más y restablecer la normalidad del lugar, pero, tal y como indicaba alguno de ellos, "todos nos hemos sentido muy apenados, profundamente dolidos, porque era gente a la que conocíamos, a la que queríamos mucho, y que nunca podremos olvidar, pero es necesario limpiarlo todo".

"Hasta hace unos días, para mí era imposible hablar del tema, solo podía ponerme a llorar", comenta el alcalde, Alfredo Querol. "Dentro del albergue solo quedan los instrumentos musicales, dos sacos de dormir, algunas zapatillas, comida en los congeladores, los desperdicios tras el paso del tiempo... ", dijo.

Las bolsas de basura se iban acumulando en las estancias y en el patio, los productos de limpieza, las escobas... poco a poco el albergue dejaba de ser un lugar precintado judicialmente y quedaba listo para recibir, a partir de mañana, a los feligreses.

La única sala sin abrir: la habitación. El lugar en el que dormían las víctimas y donde murieron. "Ahí no se toca nada hasta que pasen las romerías".