Hace ahora 50 años. En los primeros días de febrero de 1956 un frente de aire procedente de Siberia entró en la Península Ibérica con una dureza y una crueldad climática que no se había conocido hasta entonces.

Fue la mayor ola de frío del pasado siglo XX, y una de las más gélidas desde que se conocen las series y los registros metereológicos, alrededor del año 1700. También en Castellón se dejó sentir este descenso térmico intenso con altas temperaturas bajo cero en el mercurio de los termómetros y más de un castellonense tiembla aún cuando recuerda aquellos días.

La ola de frío, que se reflejó en nevadas abundantes por todo el territorio de la provincia de Castellón y heladas en los campos, se prolongó a lo largo de todo el mes de febrero. Un frío polar que dejó sus secuelas como la pérdida de cosechas y campos totalmente esquilmados por los efectos del hielo sobre las raíces de los árboles. En las comarcas del interior los cultivos de almendras, aceitunas y algarrobas fenecieron bajo la incredulidad y lamentaciones de los agricultores, que no habían visto nunca nada igual. Y, también los naranjos, cuya cosecha en La Plana desapareció bajo los efectos de una temperatura cuya máxima expresión eran los carámbanos sobre las hojas de los árboles.

Durante varios años fue imposible el cultivo en los huertos y campos afectados por las heladas de 1956. Fueron unas repercusiones que provocaron un cambio en la dinámica económica de la provincia, ya que ante el desastre agrícola de las nevadas, grandes agricultores giraron la vista hacia la industria cerámica y comenzó el auge del sector con la creación de las primeras empresas que más tarde serían pioneras y fuertes en el sector, como Azuvi, con José Soriano como uno de sus socios fundadores. Más tarde surgirían Porcelanosa, Zirconio y otras fábricas que se convertirían en líderes.

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