A Paula le gusta la ginebra. La bebe los fines de semana en vaso de cubata de plástico duro, siempre con un par de cubitos de hielo. Las copas le entran en cinco tragos. Como a su amigo Javier. El problema es que tanto la una como el otro tienen solo 13 años. Críos que estudian segundo de ESO en un instituto de Castellón y que muchos viernes o sábados por la tarde bucean dentro de la burbuja de la ebriedad. No son los únicos. En el 2016, los servicios de Urgencias de los hospitales públicos de la provincia atendieron a 135 menores de edad con intoxicación alcohólica aguda. Pero en la estadística que maneja la Conselleria de Sanidad no están todos los que son, pues no todos los jóvenes acaban en un hospital. Los hay que son atendidos por el SAMU o por el médico del centro de salud. Otros, en cambio, se quedan solos esperando a que transcurra el tiempo y se pase la borrachera.

Los jóvenes de Castellón beben y beben, y el primer coqueteo con el alcohol llega cada vez a edades más tempranas. Si hace unos años era a los 14 años ahora se ha adelantado hasta los 13,6, según datos de Observatorio Español de las Drogas y Toxicomanías 2016, que elabora el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. La media en el conjunto de España es algo menor, 14 años.

Los expertos aseguran que el paso al instituto, a los 12 años, es un momento delicado. Paula y Javier también notaron un cambio muy grande. En el colegio nadie salía de fiesta. En ESO, los chicos empiezan a sentirse mayores, a relacionarse con algún que otro repetidor y a querer hacer vida adulta, lo que para muchos implica beber. Y ahí empieza también a aparecer una nueva forma de ocio: las botellas de alcohol llegan al parque al que hasta hacía bien poco solo se iba para jugar al fútbol o al baloncesto.

EL PROBLEMA DEL BOTELLÓN // El primer contacto con el alcohol empieza antes y, en Castellón, siete de cada diez menores asegura que ha bebido en el último mes y más de la mitad se ha emborrachado alguna vez. Lo que cambian también son los modos. La forma de inicio ya no es progresiva sino de golpe, y ahí es donde entra en escena el botellón, una de las prácticas de ocio más realizadas por los jóvenes de la provincia de entre 14 y 18 años.

Pese a las restricciones legales que existen sobre el consumo de alcohol en la calle y la prohibición de vender bebidas graduadas a jóvenes que aún no han cumplido los 18 años, el botellón es una práctica común. Durante los once primeros meses del 2016, la Policía Local de Castellón impuso 111 denuncias por botellón, lo que demuestra que el problema sigue sin estar resuelto.

Existen diferentes formas de consumo excesivo de alcohol que suponen un riesgo o producen un daño importante para el individuo. Entre ellas se incluirían las intoxicaciones y el atracón de alcohol, el llamado binge drinking. Son, a juicio de los expertos, comportamientos que pueden llevar a la dependencia u otros problemas asociados. El consumo de riesgo es un modo de ingerir estas bebidas que aumenta las consecuencias negativas para el bebedor o para su entorno.

Las borracheras exprés son cada vez más habituales y, además, en la Comunitat Valenciana es donde más se produce. La estadística del Ministerio revela que cuatro de cada 10 estudiantes reconocen este patrón de consumo que, lógicamente, es habitual los fines de semana y durante los periodos vacacionales.