Empieza con insultos, sigue con amenazas y acaba en violencia física. Esa es la secuencia de la agresión filio-parental, un problema cada vez más extendido en la sociedad y que afecta a más familias. Lo dicen psicólogos, fiscales y jueces de menores, que advierten que los casos, la mayoría de las veces silenciados, van a más. Y es que las denuncias por agresiones de hijos a padres se han multiplicado en los últimos cinco años. En concreto, durante el último año se registraron en Castellón 89 casos de este tipo, según la última memoria de la Fiscalía, lo que supone el 13% del total de procedimientos abiertos. Es decir, de cada cien delitos que cometen los menores en Castellón, trece tienen que ver con la violencia doméstica. Los delitos más frecuente son los robos y hurtos.

Como si fueran una mancha de aceite vertida en el océano, este tipo de agresiones se han extendido con una rapidez inusitada, pues en apenas cinco años prácticamente se han triplicado. En el 2008 apenas se registraron 28 casos en la provincia. Ahora se acercan al centenar. Y en España más de lo mismo: durante el 2013 se detectaron unos 9.000 casos.

Que hay más casos de hijos adolescentes que agreden a sus padres lo confirman las estadísticas y lo corroboran los psicólogos que cada día atienden en sus consultas a padres que ya no saben qué hacer con sus hijos. “Hay más casos de agresiones y la razón hay que buscarla, fundamentalmente, en la falta de límites”, argumenta Lorena Manrique, psicóloga con clínica en Castellón.

Manrique, al igual que otros muchos colegas, asegura que detrás de los comportamientos violentos de muchos adolescentes están los horarios laborales de los padres. “Los progenitores frecuentemente tienen muy difícil compaginar la vida laboral con la familiar. Eso implica que a menudo dejan pasar muchos comportamientos de sus hijos y, cuando estos llegan a la adolescencia, ya es demasiado tarde para imponer estos límites”, describe la psicóloga, al tiempo que defiende que la solución al problema pasa necesariamente por un “sobreesfuerzo” de los padres a la hora de educar a los hijos desde pequeños.

Si los datos registrados ya de por sí ponen los pelos de punta, aún más escalofriante es conocer que estamos hablando solo de la punta del iceberg. “Estos son únicamente los casos que están registrados, pero la realidad es que se producen muchísimos más. Lo que ocurre es que la mayoría de los padres no denuncia y el problema se queda en casa”, destacan los psicólogos. Y la realidad es que muchos progenitores prefieren soportar la situación antes que tomar medidas. Más que nada porque debe ser un juez quien dictamine que un menor con este problema reciba tratamiento. “Para ello los padres primero tienen que interponer una denuncia, y ese es un trago muy duro por el que no todos están dispuestos a pasar”, describen

Al contrario de lo que se pudiera creer, este tipo de delitos se da con muchísima más frecuencia en clases medias y altas que en familias de origen humilde. “Por lo general quien agrede física o verbalmente a sus padres es un adolescente de entre 14 y 16 años cuyos padres trabajan en empleos cualificados”, describen. H