¿Qué diferencia hay entre una naranja o un trozo de carne ecológica y una que no lo es? A primera vista, ninguna. Lo que cambia es el proceso que se esconde entre bambalinas: nada de pesticidas sintéticos, nada de granjas abarrotadas de animales y antibióticos, nada de cultivos intensivos. «La clave de todo está en lo que hay detrás y en tener un respeto absoluto por el consumidor», resume José Antonio Rico, productor de uva ecológica y presidente del Comité de Agricultura Ecológica de la Comunitat Valenciana (CAECV). El negocio crece a velocidad de vértigo. Lo hace en España, donde mueve cada año más de 27.000 millones de euros, y también en Castellón, donde en apenas tres años tanto la superficie agrícola certificada como el número de operadores se ha multiplicado. El sector ya factura en la Comunitat 480 millones anuales, de los que unos 60 corresponden a Castellón. Y esto solo es el principio.

Que la agricultura y la ganadería ecológica están en auge en Castellón es algo que demuestran los datos que maneja el CAECV. En los últimos tres años, la superficie certificada en Castellón ha aumentado un 54% y se ha pasado de las 8.098 hectáreas del 2014 a las 12.752 al cierre del 2017. Cada vez hay más parcelas de tierra que producen alimentos bio o albergan explotaciones ganaderas ecológicas y cada vez son más los operadores del sector. En la provincia ya son 227 frente a los 174 del 2014. De esos 227, un total de 170 son agricultores y ganaderos, mientras que el resto son empresas comercializadoras y compañías importadoras.

Pero, ¿cuáles son los cultivos orgánicos más representativos en Castellón? El más importante son los pastos dedicados a la ganadería ecológica, seguida del olivar, los frutos secos, el olivar y la trufa. No obstante, los que más han crecido en el último año han sido los frutos secos y los cítricos.

Si los números indican que en Castellón la agricultura ecológica está de moda, en el conjunto de la Comunitat Valenciana ocurre exactamente lo mismo. Ya son 2.614 los operadores y 96.334 las hectáreas certificadas. «Este tipo de cultivos lleva años en los que no ha dejado de crecer, lo que ocurre es que ahora se visualiza mucho más», argumenta el presidente del comité valenciano.

La apuesta por este tipo de cultivos la protagonizan en Castellón agricultores y ganaderos jóvenes, profesionales muy bien preparados que han decidido invertir e innovar en un sector en el que, contrariamente a lo que puede pensarse, no todo está inventado. Porque hoy el agricultor y el ganadero ecológico además de producir controla el proceso de comercialización. Los países del centro de Europa son los principales consumidores de los alimentos orgánicos que se cultivan en Castellón, aunque cada vez más estos alimentos se hacen un hueco en el mercado provincial.

UN CONSUMO QUE CRECE

La producción bio está de moda y lo está porque recibe el espaldarazo de una sociedad cada vez más preocupada por el bienestar, la salud y el medio ambiente. Los alimentos biológicos han inundado los supermercados de comida tradicional y cada vez hay más tiendas especializadas. Y Castellón no es ajena a esta tendencia. «Hay una realidad clara y es que el consumidor quiere su alimentación sea más segura y que alimente más», explica Rico.

El precio sigue siendo uno de los principales frenos para el consumidor. Por lo general, los productos ecológicos suelen ser entre un 20% y un 40% más caros que los convencionales, aunque muchos productores se han convertido también en comercializadores y eso abarata los costes. No obstante, todavía queda mucho camino por recorrer. Y una de las claves está en la investigación. Hasta ahora, el grueso de los avances en agricultura y ganadería se han centrado en el sector convencional. «Se le está empezando a dar la vuelta a la tortilla y eso repercutirá en cultivos mucho más competitivos y económicos», aventura el máximo responsable del CAECV.

Ecológico, biológico, orgánico... todos son conceptos sinónimos. La clave no está en el producto final; lo que se certifica es el proceso. Y conseguir el certificado no sale gratis. Al contrario, cuesta dinero y papeleo, y eso que la Conselleria de Agricultura está apostando por estos cultivos con una línea de ayudas tanto a la producción como a la certificación. Es una de las paradojas de este sector. «Por hacer las cosas bien tenemos que pagar», lamentan los productores.