Las fiestas grandes de Castellón son las de la Magdalena, que se celebran todos los años en la semana del tercer domingo de Cuaresma. Es una festividad articulada alrededor de la tradicional Romería de Les Canyes, de origen medieval. Pero los festejos, como ahora los celebran los castellonenses, nacieron en 1945. Con estas fiestas, Castellón hizo una apuesta por la reconciliación tras los aciagos años de la Guerra Civil de 1936 y su triste y cruel postguerra inmediata. Hasta ese año, y desde el siglo XIX, la festividad de la ciudad se celebraba en julio para conmemorar la victoria del bando liberal en el asedio que sufrió la metrópoli en 1837 por el Ejército Carlista del general Ramón Cabrera. Una celebración que tuvo un fuerte contenido político y también burgués, muy en consonancia con el espíritu liberal y republicano que se vivió en el Castellón de finales del siglo XIX y principios del XX. Las grandes fiestas de julio tuvieron como acto central la procesión cívica que, todos los años el día 7 del mes, protagonizaba el Ayuntamiento en corporación y las primeras autoridades, que con todo su aparato y parafernalia, trasladaban el pendón liberal de la ciudad -que aún hoy se conserva en el Museo Municipal de Etnología-, hasta el monolito conmemorativo del asedio que se levantaba en el paseo central del parque de Ribalta. Este megalito fue destruido en 1938, tras la entrada en nuestra capital del Ejército Nacional que comandaba el general Antonio Aranda. La piedra se reconstruyó en 1983 y fue la corporación municipal, presidida por el alcalde Antonio Tirado, la que recuperó la antaño tradicional procesión cívica. Al siguiente año, en 1984, el Ayuntamiento decidió recuperar el único vestigio que se conserva de aquella Primera Guerra Carlista.

Fue un lienzo de la muralla que se ubicaba en la trasera del Gobierno Civil, como una vieja pared, en la antigua fábrica de gas que desde los años sesenta era un almacén de Iberdrola. La vieja pared, en muy mal estado de conservación, mantuvo las troneras. Esta construcción fue parte de uno de los fuertes que protegieron la urbe en aquel asedio. El consistorio consiguió la cesión del edificio y años después, realizó la plaza liberal que conmemora aquel hecho.