El poder orgánico contra el poder de la militancia. Eso es lo que se dirime en el socialismo patrio y por ende, en el de la Comunitat y el de Castellón. O lo que es lo mismo, el aparato contra las bases o viceversa. Una dicotomía peligrosa, pese a que Ximo Puig ayer quitó hierro al asunto y lo calificó de absurdo. «Un maniqueísmo que no es real», dijo quien ya ha anunciado su «voto personal» a la presidenta andaluza. No tan irreal, diría yo. Porque la pugna entre los llamados susanistas (Susana Díaz) y los sanchistas (Pedro Sánchez) está marcada a sangre y fuego y cada aval, cada voto, vale su peso en oro en unas primarias que se presentan a cara de perro.

Díaz está arropada por todos los referentes del PSOE, los de antes y los de ahora, no así en Castellón, donde sí que tiene el respaldo de José Benlloch y Adolf Sanmartín, mientras que Francesc Colomer y Amparo Marco estarían hoy lejos de las tesis de la andaluza. Respecto a la hornada de jóvenes alcaldes que lideran Tania Baños y Ximo Huguet, defienden el papel de la militancia, pero no acaban de ver clara la opción de Sánchez y ni la de Díaz.

Y esa indefinición les hace objeto del deseo de unos y de otros. Los teléfonos arden estos días para convencerles a su causa. Y para ello unos esgrimen que el PSOE de Díaz está más cerca del PP que de la izquierda; y los otros achuchan porque en una posible victoria de Sánchez se debilita al secretario general del PSPV y, por extensión, al president de la Generalitat, con lo que ello supone tras 20 años de una muy dura travesía del desierto con gobiernos del PP.

Y con estos mimbres, ahí está Patxi López, el tercero en discordia, que podría recoger algún fruto de la gresca nada disimulada que mantiene más que entretenidos a sanchistas y susanistas.