Casarse por la iglesia ha dejado de concebirse como la primera y única opción de los novios castellonenses, que prefieren ahora pasar por el juzgado, el registro o su ayuntamiento antes que por el altar. Las bodas católicas han caído en picado en la provincia en los últimos 15 años hasta registrar mínimos históricos. Las cifras del último informe del Instituto Nacional de Estadística lo dicen bien alto: apenas un 20,4% de las uniones celebradas en el primer semestre del pasado 2016 han sido católicas. Van a menos con respecto al 27% del año anterior, y son menos de la mitad del 45,8% registrado en el 2010 y una cuarta parte del 79,5% del 2000.

La tendencia ha dado un giro completo, y del 20,5% de bodas civiles registradas al inicio de la década, este tipo de uniones ha vivido un boom hasta el 80% actual. «Un cambio completo de paradigma», como explica el profesor de Geografía Humana de la UJI Javier Soriano, que sitúa las causas en «la progresiva secularización de la sociedad castellonense, los elevados gastos derivados de una boda por todo lo alto asociada a la celebración religiosa, y las facilidades de casarse solo por lo civil frente al rito católico».

«Castellón, como el resto de España, se mira cada vez más en países del entorno, como Francia o Reino Unido, o incluso en Estados Unidos, en el tipo de celebración, con menos trámites, más fácil y más cómoda, sin cursos ni tanta documentación», explica el experto. «El mínimo histórico alcanzado por las bodas religiosas lo demuestra, porque el dato de uniones se mantiene desde el 2010 hasta ahora», dijo.