Castellón encadena cinco años de pérdida de población y la gráfica sigue en caída libre. Lo dicen las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) al cierre del 2017, pero es una realidad que se vive en el día a día de los pueblos, sobre todo los más pequeños, de menos de 500 habitantes, que sufren un envejecimiento progresivo, con un crecimiento vegetativo negativo que refleja ya más fallecimientos que nacimientos, y con una inmigración que prefiere los núcleos urbanos más grandes de la provincia, que es donde se concentra el trabajo y los servicios.

En el 2010 se tocó techo, subiendo por encima de la barrera de los 600.000 castellonenses --604.274--, y después de tres años afianzando el padrón, con el baby boom de la inmigración como bandera, en el 2013 empezó la bajada, que ha sido progresiva hasta los 575.470 actuales (INE.com), que serán 530.348 en el 2030 según las proyecciones del INE, en un contexto generalizado de caída demográfica en España y la Comunitat.

Con este panorama, la despoblación ha entrado a marchas forzadas en la agenda política. Diputación y la Generalitat, junto con los ayuntamientos, han movido ficha con iniciativas pioneras como Repoblem o Avant, respectivamente, y ya hay proyectos de industria y turismo en el interior para vencer las malas expectativas y crear empleo. Esta misma semana, por ejemplo, 430 vecinos en paro de 72 municipios han empezado a trabajar limpiando el monte, en una acción de esa lucha contra el éxodo rural.

A PUNTO DE DESAPARECER //

Y es que los 67 municipios en peligro de extinción de la provincia, esos que tienen un censo de menos de 500 habitantes, suman a 1 de enero 13.099, o, lo que es lo mismo, la población de todo Nules (13.266), o la mitad de Almassora (25.648), Benicarló (26.426), Onda (24.807) o Vinaròs (28.292).

En este siglo, desde el año 2000 --ver gráfico--, 51 pueblos han ido descendiendo en población, quedándose cada vez más vacíos, con menos servicios y menos oportunidades, en un pez que se muerde de cola y causa más bajas, y 14 de ellos, como Argelita, Ayódar, Cortes, Ludiente, Pina, Xodos o Matet, pierden más de un 25%, aunque los dos casos más acuciantes son Herbés (de 103 vecinos pasa a 48) y Villamalur (141 a 63). 50 ó 60 habitantes menos no es lo mismo en estos municipios que en los de la costa, con un movimiento demográfico continuado. Es un drama.

Javier Soriano, profesor de Geografía Humana de la UJI, explica que "recogemos ahora el efecto de la crisis". «La inestabilidad laboral hace que haya más movimiento demográfico, se tienda al hijo único y todo esto genera al final un envejecimiento galopante de la población», dice.

No obstante, en positivo, hay 15 municipios que crecen, en un vecino, como en Torrechiva; o en 87, como en Montanejos. Palanques, por ejemplo, pasa de 21 a 34 (+62%). Y, como curiosidad, Espadilla, tras años de subir y bajar en el padrón, tiene en el 2018 el mismo que en el 2000, con 73.