La Monarquía pasa por sus peores monentos por la imputación de la infanta Cristina en relación con el caso Nóos en el que está implicado su marido, Iñaki Urdangarin. El inicio de esa relación, en 1997, tuvo a Castellón como escenario. Corría el 2 de abril, y la infanta Pilar, hermana del Rey, confirmaba en televisión que la infanta Cristina mantenía una relación con el jugador del F.C. Barcelona de

balonmano. Al día siguiente, el equipo viajó a Castellón para jugar la Copa del Rey, y la ciudad se llenó de cámaras haciendo guardia en el Mindoro.

Castellón se convirtió durante cuatro días en escenario de la crónica rosa. Urdangarín afirmó a Mediterráneo que “sí, hemos coincidido en alguna cena porque ambos somos personas vinculadas al deporte”. Era vox populi que se conocieron en Atlanta-96 y que compartían el mismo círculo de amistades en Barcelona, donde ya vivía la infanta. “No confirmo ni desmiento nada

--dijo el entonces jugador de balomnano-; solo sé que soy víctima de un cúmulo de rumores. Es la Casa Real la que tiene que decir algo”. Lo hizo el 30 de abril.

El partido fue lo de menos. El Barça se llevó la Copa en un pabellón con pancartas para el Infante. Los niños de les Alqueries, donde prepararon el partido, le pedían autógrafos, y le llamaban “futuro rey”, y los vecinos de Castellón vivían pendientes de la tele para comprobar cómo paseaba por la calle Herrero junto a sus compañeros. “¿Y dices que va a ser el marido de la Infanta? Es guapo. Si se quieren, adelante”, decían las mujeres a Mediterráneo. Ellas fueron las primeras en aprobarle.

Fueron cuatro días, de jueves a domingo, en los que Iñaki no pudo apenas salir de su habitación. Cientos de flashes le esperaban. “No me habían hecho tantas fotos en mi vida”, señaló. De muchas ha sido protagonista desde ese día. La petición de mano fue el 3 de mayo, y la boda, el 4 de octubre. Lo demás, ya es historia. H