La relación de Eduardo Zaplana con Castellón tuvo, sobre todo, forma de lluvia de millones, más de 23.000 (eso sí, de pesetas) entre los años 1995 y el 2002, lo que duraron sus dos mandatos como presidente de la Generalitat valenciana, antes de dar el salto a la política del ámbito nacional, primero como ministro de José María Aznar, y después como portavoz de su Gobierno.

Fue el precio que pagó el exalcalde de Benidorm (1991-1995) para lograr el apoyo de Carlos Fabra, todopoderoso presidente del PP entonces y después de la Diputación de Castellón --donde nunca hubo zaplanistas--, que resultó imprescindible para estar en condiciones de arrebatar el liderazgo de los populares de la Comunitat a Francisco Agramunt, el senador ahora caído en desgracia, también por presunta corrupción ejercida desde el Consejo de Europa, al que ya no pertenece desde hace escasos días, pero que seguirá en su escaño de la Cámara Alta.

Elegido en la Pérgola

Fue en 1993, en el VII Congreso del PPCV celebrado en la Pérgola, en Castellón, cuando Eduardo Zaplana logró hacerse con el poder regional en el partido, solo gracias a que el propio Aznar forzó a Carlos Fabra a proponerle --y no a Agramunt, mucho más cercano al expresidente de la Diputación-- como candidato y a prestarle también su apoyo.

Fabra lo hizo a regañadientes, solo por la insistencia de su presidente nacional, en parte porque Zaplana era de Murcia y no valenciano y, en parte también, porque su nombre estuvo asociado al caso Naseiro, un proceso judicial por corrupción del Partido Popular que fue conocido poco después de la llegada de Aznar a la presidencia del partido en 1989. De hecho, de no haberse anulado como prueba unas comprometidas conversaciones de Zaplana con Salvador Palop, principal implicado en el caso, esta historia, probablemente, se hubiera escrito de otro modo.

Suculentos convenios

En 1995, cuando Zaplana accedió al Palau --en virtud del pacto del Pollo con Unión Valenciana-- y Carlos Fabra a la presidencia de la Diputación, comenzaron a materializarse sustanciosos convenio firmados directamente entre ambos y que supusieron importantes inyecciones de dinero para la provincia. El momento del pago del favor había llegado.

El Hospital Provincial

Fue en aquellos años, hasta el 2002, cuando se sucedieron seis convenios. En el quinto, el del 2000, cifrado en 5.250 millones de pesetas de las de entonces (más de 31,5 millones de euros de los de ahora), tuvo como principal destino inversiones en diversas infraestructuras viarias y el Hospital Provincial, para el que se anunció que irían dos tercios del fondo. En el siguiente --todos ellos fueron criticados por falta de ejecución real--, que sumó 5.500 millones, el Provincial también fue protagonista, con la culminación de las obras de remodelación del complejo.

Igualmente en los años del mandato de Zaplana en la Generalitat volvió a ser un pacto político entre este último y Carlos Fabra el que dio pie a la creación de Castelló Cultural, una entidad caída finalmente también en desgracia. Algo similar a lo ocurrido con infraestructuras de la época, como la planta de tratamiento de purines de Vall d’Alba, hoy abandonada, e inaugurada con todo boato y la presencia de los dos mandatarios en diciembre del 2001.