Es la imagen típica de cada invierno. Llega el mes de enero y municipios como Ares, Morella, Vistabella o Forcall se cubren de nieve. Hay carreteras cortadas y muchos niños se quedan sin colegio. Ocurre prácticamente todos los años y, este, también. Lo que es mucho menos habitual es que la nieve haga acto de presencia en Castellón. Sucede una vez cada 60 años y estos días se conmemora el 130 aniversario de la mayor nevada registrada en la Comunitat Valenciana en el último siglo y medio. El 15 de enero de 1885 las tres capitales de la Comunitat se tiñeron de blanco y, en Castellón, nevó con fuerza la noche del 15 al 16, alcanzado esos días una temperatura mínima cercana a los -6º centígrados.

Aunque la de 1885 ha sido, hasta la fecha, la más intensa, en la memoria de todos aquellos que superan los 70 años, aún perdura la gran ‘nevà de Sant Antoni’. Porque si Castellón está destinada a ver solo una gran nevada urbana cada 60 ó 70 años, no cabe duda de que en el siglo XX ese título hay que concedérselo a la del 17 de enero de 1946. Han pasado 69 años, pero en muchos hogares todavía recuerdan la estampa: un día, en el 17 de enero, en que localidades como Castellón, Almasora, Vila-real, Burriana u Onda, amanecieron completamente cubiertas de blanco... los vecinos tuvieron que hacer pasillos para desplazarse, los vehículos y carros apenas podían circular y cuentan las crónicas de la época que incluso la Panderola no pudo hacer su trayecto habitual.

Pero hubo más. En las fábricas de azulejos se congelaron las tuberías y se echó a perder la malea, la materia prima que utilizaban todas las fábricas para hacer funcionar los hornos. Y del azulejo a los cítricos. Las naranjas quedaron bajo la nieve y prácticamente se echó a perder toda la cosecha. “Esos días se registró en la ciudad de Castellón la nevada más importante del pasado siglo, con espesores que fueron desde los 25 centímetros al medio metro”, recuerda Fernando Ginés Llorens, autor de la publicación Olas de frío y temporales de nieve en Castellón.

LA ÚLTIMA, EN 1954 // No hay persona mayor de Burriana, Castellón u Onda que no recuerde la histórica nevada de 1946. Muchos eran niños y en la memoria colectiva aún perdura aquella estampa. Luego vinieron otras pero de mucha menor importancia. En Castellón volvió a nevar de forma notoria en febrero de 1954, y fue la última vez que la nevisca cubrió las calles de la capital de forma apreciable. Y de eso se van a cumplir 61 años el próximo 4 de febrero. En enero del 2010 nevó en el desierto de las Palmas. En la capital cayeron algunos copos que no llegaron a cuajar. “Hasta los años sesenta del siglo pasado las nevadas, casi inexistentes en la actualidad en la capital de la Plana, presentaban un periodo de retorno de unos 25 años, por lo que eran más abundantes y frecuentes de lo que son ahora”, sentencia Ginés Llorens.

Y no lo son, a juicio de José Quereda, catedrático y director del laboratorio de Clima de la Universitat Jaume I, por el progresivo aumento de las temperaturas. “En siglos atrás confluyeron la conocida como la pequeña edad de hielo, con el sol con una actividad muy baja y, con posterioridad, una gran actividad volcánica. Eso mantuvo bajas las temperaturas”, sentencia el profesor.

Para que pueda nevar en abundancia en ciudades como Castellón deben confluir, al menos, tres factores: aire muy frío en altura, temperaturas bajas en superficie y una entrada de vientos húmedos marítimos no muy intensos. Y eso es difícil que vuelva a suceder. “En los últimos 40 años, el progresivo aumento de las temperaturas ha disminuido la periodicidad con la que pueden confluir los factores que favorecen las nevadas en la costa. Hoy resulta muy poco probable la aparición de nieve en la ciudad”, concluye Ginés Llorens. En resumen, que es posible estar otros 60 años sin ver la nieve. H