La carrera de obstáculos a la que parece condenada la incipiente Unión por el Mediterráneo (UpM), que institucionaliza la cooperación entre la Unión Europea (UE) y los países de las orillas sur y este del Mare Nostrum, parece no tener límites. La cumbre euromediterránea, que debía celebrarse en Barcelona el próximo 7 de junio, ha quedado aplazada para la tercera semana de noviembre, con el argumento de "conceder un mayor margen de tiempo" a las conversaciones indirectas entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que acaban de comenzar con la mediación de EEUU. Lo cierto es que el encuentro estaba encaminado a un estrepitoso fracaso.

La decisión la han tomado conjuntamente el Gobierno español --con José Luis Rodríguez Zapatero a la cabeza--, que ostenta la presidencia rotatoria de la UE, y los mandatarios de Francia y Egipto, Nicolas Sarkozy y Hosni Mubarak, que ocupan las dos copresidencias de la UpM. El anuncio inicial lo hizo en Atenas el portavoz de Mubarak, Suleiman Awad. Poco después, fue confirmada por el Ministerio de Exteriores español.

Además de dar más tiempo al dialogo israelí-palestino, la vicepresidenta del Gobierno María Teresa Fernández de la Vega subrayó como uno de los motivos del aplazamiento el deseo de hacerla coincidir con el 15° aniversario de la primera conferencia euromediterránea (noviembre de 1995) con la que empezó el llamado Proceso de Barcelona.

LA REALIDAD Ninguno de estos argumentos oculta la realidad. Más allá de las escasas, por no decir nulas, perspectivas que desde el punto de vista político presentaba la cita del 7 de junio, la cumbre se enfrentaba al boicot de varios países árabes por la presencia del ministro de Exteriores israelí, el ultranacionalista Avigdor Lieberman, cuyas afirmaciones públicas irritan a menudo a los árabes. Por su parte, Israel no estaba dispuesto a que nadie tuviera derecho de veto sobre su delegación. Este pulso, que se arrastra desde hace meses, ya había llevado a cancelar una reunión de ministros de exteriores de la UpM en Estambul.

En un intento de salvar la cumbre, el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, realizó una gira por Oriente Próximo la semana pasada, de la que pareció regresar relativamente satisfecho y situó en un 90% las probabilidades de que la cumbre se celebrara. Ayer quedó claro que no logró su objetivo.

Aunque admitieron que la disputa sobre Lieberman "ha tenido algo que ver", fuentes diplomáticas españolas consultadas por este diario quitaron hierro al fiasco y Fernández de la Vega dijo que "no es un fracaso" y que "prueba de ello" es que la cita de noviembre también será en Barcelona. "Nos concedemos más margen para que las negociaciones entre israelís y palestinos comiencen a dar fruto", añadió.

Aunque se haya producido por causas totalmente ajenas al Gobierno de Madrid, el aplazamiento arroja inevitablemente otra sombra sobre la presidencia española de la UE. El encuentro euromediterráneo debía constituir uno de los momentos culminantes del semestre, al igual que la abortada cumbre entre la UE y EEUU, que tampoco ha llegado a celebrarse por la decisión unilateral del presidente estadounidense, Barack Obama, de no viajar a Europa en esa ocasión.

Moratinos viajará a El Cairo y el domingo se reunirá con sus colegas de Francia y Egipto.