El sector citrícola castellonense cambia. El minifundismo que siempre ha caracterizado a la agricultura de regadío provincial parece que va evolucionando poco a poco hacia extensiones más importantes. El notable cambio se debe a que las empresas naranjeras de la provincia --fundamentalmente las de mayor volumen, pero también otras que no son tan grandes-- están «acaparando» huertos. Este diario así lo ha podido comprobar en base a diferentes fuentes de todas las ramas del sector citrícola provincial.

Esta es la novedad principal en un hecho, la compra por parte de los comercios castellonenses, que ya se venía produciendo en otras zonas productoras, como Tarragona (por no hablar de Huelva e incluso Marruecos, donde aterrizaron años atrás los gigantes de la citricultura estatal). Pero ahora se ha revitalizado. En la provincia vecina, además de las compras, también se arriendan campos, incluso para una década.

Mientras, en la Plana, en muchos casos las empresas se hacen con campos en producción, pero también aprovechan la gran cantidad de huertos abandonados para comprarlos. Esto está sucediendo, sobre todo, en el término de Burriana, señalan las fuentes.

En el sector confirman que la citricultura provincial, en cuanto a las transacciones de tierras, «se vuelve a mover» tras muchos años de parálisis. «Hace dos años no compraba nadie» y, a día de hoy, se está pagando «de 2.500 a 3.000 euros por hanegada». La cifra está lejos de los «6.000» o incluso «10.000» que se llegaron a poner sobre la mesa antes de la crisis. Pero es significativa.

Fincas de cierto tamaño

Otro experto apunta que los comercios se interesan «por cualquier finca que se salga un poco de lo normal... y en la provincia eso pueden ser 14 ó 15 hanegadas... o comprar tres fincas juntas». El objetivo es formar huertos de cierto tamaño, con lo que se pretende reducir gastos de personal.

Aunque algunos de los campos ya están en producción, hay firmas que apuestan por arrancar la clemenules y plantar variedades más apreciadas, como la nadorcott.

De esta manera, «los comerciantes están comenzando a ser productores; buscan comprar menos kilos y manejar su producción», asegura una de las fuentes. Así, paso a paso, los agricultores tradicionales están dejando paso a nuevas modalidades de cultivo y el sector citrícola castellonense cambia... algo, que en un tiempo no muy lejano, parecía una cosa prácticamente imposible.