Un día del mes de octubre de 1637, al joven Miguel Juan Pellicer Blasco le fue amputada una pierna, la derecha, desde cuatro dedos más debajo de la rodilla, en el hospital de Gracia de Zaragoza, siendo el cirujano jefe de la operación don Juan de Estanga. La pierna fue enterrada por manos del mancebo practicante Juan Lorenzo García.

El hecho es que el muchacho Miguel Juan tenía 19 años cuando vino desde su tierra aragonesa a trabajar a Castellón, con su tío, terrateniente y comerciante notable de la capital de la Plana, en época en que la ciudad contaba con menos de 10.000 habitantes. Un accidente le hizo caer de un carro lleno de trigo y las ruedas le pasaron por encima de la pierna. Tras ser atendido de urgencia en nuestra ciudad, fue trasladado al hospital de Valencia y, posteriormente, a Zaragoza. Más tarde, pasado el tiempo, en la capital aragonesa acudía a diario a la basílica del Pilar, en cuya puerta pedía limosnas, se le veía y oía rezar a la Virgen e incluso cómo se ungía el muñón con aceite de las lámparas, hasta que regresó a su Calanda natal. Y allí, el 29 de marzo de 1640, ocurrió la asombrosa restitución de la pierna, su total recuperación. Desde entonces, se cuenta y se escribe esta historia como el milagro de Calanda. Y siempre unida al nombre de don Tomás Domingo.

EL ESTUDIO DEL TEMA // Vinculado a Castellón por el trabajo de su hermano y la familia de su esposa, veraneantes habituales de Benicàssim, Tomás Domingo Pérez, considerado como uno de los grandes especialistas en el tema, desde que tomó posesión de su cargo como Canónigo Archivero-Bibliotecario del Cabildo de Zaragoza, comenzó a elaborar un estudio sobre lo que ocurrió en Calanda, cuyas características principales fueron divulgadas por Europa, asombrando a los especialistas y a los curiosos en general. Fruto del trabajo de mossen Tomás a partir de entonces por medio mundo, especialmente en Italia y Roma en concreto, se consiguieron ochenta fuentes documentales reseñadas que permitieron profundizar en el análisis de cada testimonio, añadiendo a ello la aportación de otras muchas prácticamente desconocidas. Y, a partir de ahí, incluida la relación de 1640 en la que el Nuncio en España escribía al Vaticano acerca del milagro, como es preceptivo y habitual en estos casos, mossen Tomás Domingo comenzó a preparar con rigor, trabajo y entusiasmo, lo que sería su obra capital, es decir El Milagro de Calanda y sus fuentes históricas, un libro que se ha publicado ahora, en Zaragoza, en 2006. Otros más de veinte libros y trabajos de investigación, llevan la firma de Tomás Domingo.

LA VIDA // Hijo de Tomás Domingo García y Primitiva Pérez Vicente, Tomás nació en Montalbán, provincia de Teruel, el día 11 de febrero de 1928. Primitiva, Primi, que acabaría siendo maestra de escuela, y Florencio, fueron sus hermanos. Éste a su tiempo contraería matrimonio con Teresa Segarra Giner y fueron padres de Tomás, Ignacio, Pilar y Teresa, todo el vínculo del mossen con Castellón. En 1939, Tomás ingresó en el seminario menor de Alcorisa, Teruel, para realizar los cursos de Humanidades. Después y en el seminario Metropolitano de Zaragoza, cursó los tres años restantes de Humanidades, tres de Filosofía y uno de Teología.

Entre 1955 y 1963 estuvo varias veces en Roma, hasta que, por oposición, tomó posesión el 11 de mayo de 1963 como Canónigo Archivero-Bibliotecario del Cabildo Metropolitano de Zaragoza. Mientras, también estuvo en Salamanca en 1947 y 1948 para conseguir la licenciatura en Teología de la Pontificia Universidad Salmantina. Su ordenación sacerdotal tuvo lugar el 29 de junio de 1951. Y entre unas y otras cosas, fue celebrado profesor de Latín y Licenciado en Derecho Canónico, así como en Historia Eclesiástica. Aunque, sobre todo, sobresale su grandiosa tarea investigadora, de la que queda el testimonio de sus muchas publicaciones, entre las que hay que citar también Los tapices de La Seo de Zaragoza, obra muy celebrada por los eruditos en el tema.

SU ENTUSIASMO // Afirmaba con orgullo que lo importante de sus libros era que demostraban la verdad histórica de sucesos y de algunos hechos cuando fueron puestos en tela de juicio por otros investigadores. Recuerda que se pasó dos veranos buscando un documento y al encontrarlo, por fin, en el Archivo Vaticano, fue tal su alegría que salió corriendo a rezar al Cortile, que es un patio interior del palacio papal, y se tomó como celebración de gran acontecimiento un café capuccino con nata. Es un aspecto de su talante personal, sencillo y desenfadado, tan humano...

Su entusiasmo le hizo tumbar las tendenciosas afirmaciones de quienes hablaban de la existencia de un hermano gemelo de Miguel Juan Pellicer o de la perfecta prótesis ortopédica, capaz de engañar a los cientos de testigos de Calanda y Zaragoza. Incluso a los cirujanos que le amputaron la pierna. Y hasta al Rey Felipe IV y su corte en los días de estancia del joven Pellicer en Madrid.

Otro de los entusiasmos que marcan el carácter de don Tomás, es su pasión por el latín y por el canto gregoriano. Cualquier celebración litúrgica suya era un espectáculo inolvidable.

EL APARTAMENTO // En las Villas de Benicàssim, en el número 22 de la calle del Sigalero, donde ha fallecido este verano y ha pasado en la terraza de su apartamento momentos inolvidables, hay todavía el eco de aquellas tertulias en las que se hablaban de Aragón y de la provincia de Castellón con el mismo énfasis, sus costumbre y creencias, aquellas tertulias en las que también solía asistir la peculiar maestra castellonense doña Lola Fabra, así como el pintor Manolo Vivó y no faltaba en aquella década de los años setenta el protagonismo ausente de Ramón Stolz Viciano en los últimos años, ya que la viuda del nieto del escultor José Viciano, doña Rosa Cuesta Muñoz, ‘una madrileña molt templà’, al decir de su pariente Toni Viciano, mostraba a mossen Tomás una serie de bocetos, de sanguíneas y de sorpresas pictóricas en color de Stolz, de las que el canónigo hizo uso en la edición de alguna de sus obras. Aunque lo más importante de aquellas tertulias es la altura, el nivel de los comentarios, la erudición de los tertulianos y, de modo especialísimo, el amor por Castellón y por Benicàssim que llegaba a todos los oyentes, directos o a hurtadillas… Porque de todo había. H