No hay en Castellón una calle a su nombre, tal vez porque vivió y murió soltero y ya se sabe lo que influyen los herederos de un ser humano para que ‘quien corresponda’ se tome interés en estos nombramientos. Sí que está entre nosotros su valiosa biblioteca científica que, de la primera donación a Lucena del Cid donde don Federico veraneaba, ha pasado a la Universitat Jaume I, que es lo propio. Permaneció soltero porque sus intentos de conquistar a la ilustre dama doña Joaquinita Pascual Feltrer, fueron baldíos. Y él era un científico de ideas fijas: las matemáticas sobre todas las cosas y aquella mujer, o ninguna. Ella eligió al Comandante Santos Vivanco, que destacaría después por su periplo en la División Azul y él, aunque considerado en el mundo como una eminencia en Ciencias Exactas, fue un castellonense que falleció soltero, después de vivir muchos años en el número 20 de la calle de Atocha de Madrid, según me confirma uno de sus biógrafos, el ingeniero amigo Pepe Prades García. En Armengot --treinta y cinco años de mi vida-- se imprimió su famoso libro Lecciones de Matemáticas. Y ya mayor, en la librería tuve ocasión de conocerle, de vender su libro Cálculo Electrónico Analógico y de oír sus suspiros cuando hablaba de su madre, la sinyo Tonica, a la que tanto recordaba.

EL INGENIERO ALICART // Un señor apellidado Olcina Negre, natural de Lucena y alumno de don Federico, dejó escrito que “Alicart es a las matemáticas y a la ingeniería, lo que García Lorca es a la poesía”. Otro científico, su contemporáneo Vicente Sos Baynat, nos ha legado este párrafo en honor de Federico Alicart: “Fue un personaje extraordinario en el complejo mundo de la alta matemática, y tuvo sobre la misma un dominio de excepción. Cultivó a fondo las matemáticas, disertó ampliamente sobre ellas ante auditorios de todo el mundo y publicó trabajos sobre cuestiones fundamentales del cálculo”. Se ha dicho de él que fue uno de los españoles pioneros en el cálculo analógico. Los que saben de esto distinguen bien entre el cálculo algebraico, que dicen que es aquel en el que intervienen letras que representan cantidades no determinadas, y cálculo aritmético que es el que se realiza exclusivamente con números y signos convencionales que indican las operaciones matemáticas que deben realizarse. En términos médicos, más comprensibles para el común de las gentes, los cálculos son aquellos elementos molestos y dolorosos que se forman, anormalmente, en ciertos órganos como el riñón, el hígado o la vesícula biliar. Lo digo y espero que se me perdone la frivolidad.

LA VIDA // En el número 45 de la calle Mayor, a espaldas de Santa María, nació en Castellón el 26 de noviembre de 1902, Federico Alicart Garcés, hijo del matrimonio entre el sastre Federico Alicart Doménech y su esposa Antonia Garcés Felip, pareja muy fecunda, ya que fueron padres de seis hijos. Federico fue el tercero y junto a sus hermanas Antonia y Pilar, fueron los únicos tres que llegaron a la mayoría de edad. El chico hizo la primera enseñanza donde era habitual entre los niños de familias acomodadas, es decir, en la Academia Cheza, que dirigía el prestigioso profesor Conrado Marco. De allí ya pasó al llamado Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, de la hoy plaza de Santa Clara, en sus últimos años de funcionamiento, ya que, el bachillerato lo terminó en el nuevo Instituto General y Técnico que hoy conocemos como de Francisco Ribalta. La buena aptitud del muchacho para los temas científicos, llevaron a sus padres a matricularlo en Madrid para estudiar Ciencias Exactas, donde las matrículas de honor fueron las banderas que el viento movía para consolidar su carrera. Se convirtió en catedrático y ganó la plaza para dar clases, primero en el instituto de Melilla y, posteriormente, en el prestigioso Nebrija, de Madrid. El próximo paso fue aprobar el ingreso en la Escuela Especial de Ingenieros de Caminos, carrera que acabó en 1930. Pensaba que tenía toda una vida por delante.

ILUSTRE // En aquellos años se editaba en Castellón un llamado Anuario-Guía de la Provincia, muy selectivo y auto exigente, y en la edición de 1929 es fácil encontrar un recuadro destacado con el siguiente texto: “Hijos Ilustres. Federico Alicart, catedrático de Melilla, es un joven de gran porvenir en sus estudios científicos”. Otra mención honorífica mereció en 1930 al recibir el prestigioso premio Escalona que se otorga a la mejor trayectoria en España como alumno de Ingeniería de Caminos. Pepe Prades resalta el hecho de que, a los 28 años, Alicart había terminado dos carreras y ganado unas oposiciones. Y es que, como quiera que el ingreso en la Escuela de Ingenieros de Caminos era a su vez la oposición de acceso al Ministerio de Obras Públicas, por escalafón le correspondió ingresar en el servicio activo del Estado. Y así, el primer nombramiento como funcionario tuvo lugar el 21 de noviembre de 1934 con destino en el Puerto de Melilla precisamente, ciudad en la que participó en la construcción de dicho puerto y el saneamiento del casco urbano. Y en ese ir y venir, no le dio demasiado tiempo para volver a su añorada calle Mayor de Castellón, donde, sin embargo, su nombre era muy conocido y de él se hablaba con respeto y admiración.

EN EL CAFÉ GRAN VÍA // Durante su larga estancia en Madrid, Federico Alicart cultivó su relación con destacados castellonenses que en la capital de España tuvieron que aterrizar por unas u otras causas. Era famosa su tertulia en el café Gran Vía donde compartía anécdotas, recuerdos y añoranzas con Juan Adsuara, Vicente Sos Baynat, Royo Gómez, Stolz Viciano, Esteve Gálvez, el guitarrista Fortea, el profesor Almela de Benicàssim y alguno más. A todos les contaba que su espíritu inquieto le llevó a ser en Madrid acompañante de Albert Einstein, cuando el gran científico vino a España a recibir el título de Honoris Causa concedido por la Universidad Central y con quien entabló una cordial relación de amistad. También le dio tiempo a Alicart a crear y dirigir con el igualmente matemático Navarro Borrás una academia, ‘Navarro-Alicart’, que alcanzó gran prestigio en la preparación de alumnos para el ingreso en la Escuela de Ingenieros de Caminos. Y, entre unas y otras ocupaciones y destinos, se jubiló a los setenta años siendo subdirector del Gabinete de Cálculo, del Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas. Una vida profesional repleta en verdad. H