Decía Max Aub que uno es de donde estudia el Bachillerato, que viene a ser lo mismo que decir que se es de donde se nace conscientemente al mundo, a los sentidos, al amor... porque es allí donde cada uno empieza a ser consecuente con lo que es y también con lo que quiere ser. Si la frase que tantas veces repitió el escritor mexicano tan vinculado a Segorbe es cierta, hay más de 30.000 personas en Castellón que son del Ribalta, el decano de los institutos de la provincia y cuyo edificio cumplirá dentro de muy pocas semanas cien años. Lo hará el próximo 14 de enero.

El pleno del Ayuntamiento de Castellón, por unanimidad, acaba de conceder al IES Ribalta la medalla de oro de la ciudad. Lo hace coincidiendo con la celebración del centenario de un edificio que hasta bien entrados sesenta del siglo pasado fue el único centro de enseñanza pública de bachillerato de Castellón y por el que han pasado miles de alumnos que con los años se convirtieron en abogados, arquitectos, periodistas, profesores, funcionarios, albañiles, comerciantes o transportistas. De sus aulas han salido ministros de la República, del franquismo y también de la democracia. Científicos como Federico García Moliner; muchos alcaldes de Castellón, desde José Ferrer a Eduardo Codina, Daniel Gozalbo, Antonio Tirado o Alfonso Bataller, varios rectores de la UJI; un presidente de la Generalitat, Alberto Fabra (y también exalcalde); políticos actuales como Antonio Lorenzo, Vicent Sales o Juan José Pérez Macián, neúrologas de la talla de Ana Simón; y arquitectas, ingenieras y pintoras de trayectoria internacional como Angelica Sos Alcácer.

Todos ellos y muchos más estudiaron en el Ribalta, el instituto más antiguo de Castellón. En el número 35 de la avenida del Rey Jaume I de la capital la rutina poco ha cambiado en los últimos cien años. Jóvenes de entre 12 y 16 años entran y salen con sus libros y mochilas en todo momento. La estructura, salvo algunos cambios puntuales, también sigue siendo la misma. Al entrar, uno se topa con un salón de columnas de estilo renacentista que acaba en una escalera monumental con la figura del pintor Francisco Ribalta.

Todo empezó en 1910, cuando se aprueba el proyecto de construcción de un nuevo edificio para el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, ubicado entonces en la plaza Santa Clara. El nuevo edificio se inauguró el 14 de enero de 1917 y durante décadas ejerció una triple vertiente educativa: el bachillerato, la Escuela Normal Femenina y la Escuela de Artes y Oficios.

Sus paredes han presenciado el transcurrir de la historia. Y uno de los que mejor la conocen es el catedrático de Historia, Francesc Mezquina. Él cuenta cómo a partir de mayo de 1937, el edificio pasa a llamarse Instituto Nacional de Segunda Enseñanza Juan Marco, en memoria de un antiguo alumno del centro que murió en el frente durante los primeros días de la guerra civil. No fue hasta enero de 1943 cuando el nombre del instituto pasa a ser Francisco Ribalta.

En el Ribalta se respira historia, pero el centro vive el siglo XXI. Hoy el instituto cuenta con algo más de 2.000 alumnos (imparte ESO, Bachillerato y ciclos formativos y está abierto desde las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche) y un claustro formado por 160 profesores. Al frente de todos ellos está Paloma Segura. «Todos los que formamos parte del Ribalta nos sentimos orgullosos de un centro que hoy destaca especialmente por programas como la mediación escolar, los intercambios o una gran actividad cultural, con conferencias y exposiciones durante todo el año, apunta la directora, que recalca que la implicación del claustro de profesores «es total».

Alumnos y después docentes

Buena parte de los profesores que dan clase o la han dado en el Ribalta fueron antes alumnos orgullosos. Antonio Gascó es uno de ellos. Catedrático de Historia desde 1983 al 2008, el cronista oficial de Castellón aún recuerda la primera vez que subió las escaleras centrales del centro, ya como docente. «El corazón me iba a 200 por hora. Yo estudié Historia por José Trullen y sustituirlo en la cátedra fue todo un honor. El instituto Ribalta, desde luego, tiene una magia especial y una gran solemnidad», describe.

Esa magia especial de la que habla Gascó queda patente nada más pisar el interior del edificio de la avenida del Rey. Impone la entrada, la escalinata, el salón de actos, ya en la primera planta, o el departamento de ciencias naturales, con su colección de minerales y animales disecados.

A Antonio Gascó le tocó vivir muchos cambios. Y el primero fue que los profesores dejaron de ser «don» para pasar a ser colegas. «Nos tuvimos que adaptar rápidamente», señala el cronista oficial de Castellón, que añade que Luis Revest, otro cronista de la ciudad, fue también profesor del instituto Ribalta. Casualidades.

Cuando Alberto Fabra, exalcalde de Castellón y expresidente de la Generalitat, estudió BUP y COU en el Ribalta a los profesores aún se les hablaba de usted. «Estudiar en aquel edificio imponía. Todos los recuerdos que tengo de aquellos años son muy buenos. Allí pasé mi adolescencia y también hice grandes amigos», explica el exjefe del Consell que estuvo en el centro desde 1978 a 1982. Y de entre todos nombres propios, Fabra se queda con el Pepe Martí. «El me inculcó la pasión por el baloncesto», sentencia.

Aprender matemáticas, historia o música en un edificio con cien años de antigüedad es un lujo, pero conservar el patrimonio se convierte, a menudo, en un quebradero de cabeza para la dirección del centro. «Tenemos un presupuesto que en poco difiere del de otros centros. Y buena parte del dinero va para la conservación del edificio, por lo que no podemos destinar las mismas partidas que otros centros de la provincia a otro tipo de programas, por ejemplo, informáticos», apunta la directora. Es lo que tiene impartir clase en el Ribalta, un instituto que cumple cien años y que es lo que es por sus profesores y por sus alumnos.