Carlos Rodríguez, colombiano de 36 años, lleva poco más de dos meses en la provincia de Castellón. Escapó, junto a su pareja, de narcotraficantes de su país, que lo perseguían, golpeaban y amenazaban de muerte para que fuera su mula.

--¿Cómo vivías en Colombia y que sucedió para que tomaras la determinación de marcharte?

--Yo soy homosexual y en mi país hay muchísima homofobia. Mi pareja y yo buscamos alternativas para vivir en otras zonas de Sudamérica más respetuosas con nuestra condición sexual, pero las bandas organizadas nos tenían vigilados y, al ver que teníamos una posición económica acomodada y que viajábamos con frecuencia, nos exigieron que fuéramos sus mulas y transportáramos droga.

Al principio, nos dijeron que querían que lleváramos marihuana, pero rápidamente la cosa se puso muy fea y nos amenazaron si no trabajábamos para ellos y transportábamos cocaína a Europa. Nosotros siempre nos negamos y, aunque denunciamos, sufrimos palizas y vivíamos con mucho miedo. Llegó un día en que no pudimos más, vendimos todo lo que teníamos y buscamos refugio en España.

-- ¿Quién os ayudó cuando llegasteis a Madrid y cómo os trajeron hasta Castellón?

--Cuando aterrizamos, nos abrazamos y lloramos. La policía nos ayudó en cuanto llegamos y nos llevaron a Cáritas. Ellos nos ayudaron los primeros días y, más tarde, acudimos, por recomendación, a Cruz Roja. Cuando nos asignaron definitivamente Vila-real sentí que, después de la tormenta, había llegado la calma. Me sentí como en casa.

-- ¿Os sentís respetados por vuestra condición sexual aquí?

--Totalmente. En Vila-real estamos contentos y tranquilos. En Colombia te pegan por la calle y aquí nos respetan.