Mediodía del domingo. Castellón. Ruta del colesterol. Decenas de personas aprovechan la jornada para hacer deporte. Caminantes, patinadores, runners.... y perros, decenas de perros. La misma escena se repite a primera hora de la mañana o a última de la tarde en cualquier municipio de la provincia. Calles y parques llenos de paseantes con sus canes. La fiebre por las mascotas se extiende por Castellón. Nunca antes se habían registrado tantos hogares con perro y a más animales de compañía más negocio para un sector que no conoce de crisis y que solo en España mueve más de 3.000 millones al año. En Castellón la cifra estimada supera los 50 millones de euros.

Párese a pensar. Seguro que conoce o sabe de un establecimiento especializado en mascotas. Hay decenas de tiendas dedicadas a perros y sitios donde dejarlos en vacaciones, adiestradores, estudiantes de la Universitat Jaume I que se ofrecen a pasearlos por seis euros la hora, espá, clínicas especializadas, peluquerías, productos cosméticos, tratamientos dermatológicos y hasta playas y tanatorio... Todo un mercado diseñado a su medida. Nada de extrañar, si se tiene en cuenta que la provincia cuenta con más de 150.000 canes. Un récord.

Los últimos datos del Registro Informático Valenciano de Identificación Animal (Rivia) gestionados por el Consell Valencià de Col-legis Vaterinaris contabilizan en la provincia 151.311 canes (la inscripción en el Rivia es obligatoria). Son cifras al cierre del 2016 y suponen un 8% más que un año antes. Pero, además, el número prácticamente se ha doblado si se compara con los perros registrados hace tan solo seis años. En 2010 había 84.673.

Que en Castellón se contabilicen más de 150.000 perros implica la existencia de un can por cada cuatro vecinos. Y otro apunte más: en la provincia hay más perros que habitantes menores de 25 años. Paradójicamente, mientras la cifra de población va a menos, la de perros evoluciona justo en la dirección contraria.

Del auge de los perros no escapa ninguna población de la provincia. Un ejemplo: la capital, y siempre según los datos del Rivía, cuenta con 39.397 canes. Sin embargo, según el censo municipal la cifra asciende a 18.400. ¿Por qué hay ese desfase? La explicación es sencilla. Pese a que la ordenanza local obliga a todos los propietarios a inscribir a su mascota en el censo municipal, todavía hay muchos que no lo hacen. En Vila-real, Almassora o Burriana, la situación es idéntica. Según el Consell de Veterinaris, hay registrados 11.333, 6.635 y 6.220 chuchos, respectivamente, aunque los datos de los censos municipales son mucho menores y eso que ayuntamientos como el de Burriana han llevado a cabo en los últimos meses una campaña para obligar a los propietarios a inscribir a sus mascotas.

Uno más en la familia

La estadística (y también la calle) evidencian que cada vez hay más perros en Castellón y la explicación no obedece a un único factor. Víctor Caballero, educador canino y gerente del centro Argos de Nules, apunta a que parte de la culpa la tiene la crisis. «A partir del 2008 mucha gente se quedó en el paro, tenían más tiempo libre y entonces decidieron adoptar o comprar un perro», argumenta. La crisis ha tenido mucho que ver, como también el hecho de que miles y miles de personas vivan solas y necesiten compañía. «También están aquellos hogares formados por una pareja con hijos pequeños que tienen perro y que lo han adquirido para inculcar responsabilidad a los hijos y para interactuar todos los juntos», sentencia el gerente de una empresa que cuenta con un servicio de venta, hotel y tanatorio.

Donde también son conscientes del alza de la población de perros es en las clínicas veterinarias. «Cada vez hay más. Se ve en las calles y también en las consultas», describe Isabel Besé, de la clínica veterinaria Sant Pere, en el Grao de Castellón, con más de 20 años de experiencia. Por las manos de Isabel pasan a diario animales a los que vacuna o trata de dolencias como otitis, problemas en la piel o en el aparato digestivo. «Hay de todo, pero en general los animales que llegan a nuestra consulta son un miembro más de la familia», dice la veterinaria.

Tener perro está de moda y eso que mantenerlos no es barato. El Ministerio de Agricultura, en su informe Análisis del sector de los animales de compañía, estima el coste por animal y año en 817 euros. Lógicamente es una media. Hay familias que gastan 500 y otras cuya inversión no baja de los 1.500. De los 807 euros, la mayor parte se la lleva la comida (458), mientras que el resto del presupuesto se invierte en servicios sanitarios y limpieza.

Canes los hay de todos los tamaños y de una gran cantidad de razas, aunque en Castellón hay algunas que están más de moda que otras. De los casi 115.000 perros contabilizados en la provincia, el 60% (60.317 en números absolutos) son de razas cruzadas. A esta cifra, le siguen los 21.936 canes podenco (animales de caza) y los 10.526 yorkshire terrier (perros pequeños). Cierran la lista los pastor alemán (8.708 en la provincia), epagneul breton (8.179) y braco alemán de pelo corto (4.169). «Aunque hay tendencias, el pastor alemán es como un pantalón vaquero, nunca pasa de moda», explica Víctor Caballero.

Un problema de olfato

A la misma velocidad con la que se ha multiplicado la población de perros en Castellón ha aumentado el malestar por los excrementos. Aunque una parte de los propietarios respeta las ordenanzas y recoge los excrementos de sus mascotas, todavía hay miles de personas que no lo hacen. ¿La consecuencia? Los excrementos en las calles y plazas son una de las principales preocupaciones de los vecinos y un quebradero de cabeza para los ayuntamientos, que llevan años luchando contra ellos.

La capital, por ejemplo, acaba de poner en marcha una nueva campaña de concienciación en la que se recuerda a los propietarios que no recoger los excrementos supone una multa que puede llegar incluso a los 601 euros. En los primeros quince días se impusieron 12 denuncias.

Con tanto perro, para nadie es un secreto que solucionar el problema de las cacas se antoja difícil. Los ayuntamientos lo saben, buscan soluciones, pero el resultado es más que discutible. Y para comprobarlo solo hace falta salir a la calle y tener suerte de no pisar ninguna.