Los distintos y muy variados oficios que he tenido ocasión de acometer en mi ya larga vida laboral, me han dado, gracias a Dios, la oportunidad de aprender de primera mano lecciones de grandes maestros de la vida. Es verdad que los treinta y cinco años que estuve en primera fila de la librería Armengot, cuando de la selección de primeros “sabuts” fuimos pasando al ciclo de clientes que “querían saber”, tuvo lugar el proceso de unos cambios de comportamiento que me afectaron no poco. Pero antes, cuando durante trece años fui mancebo de botica desde una edad casi infantil mientras estudiaba el bachillerato por libre, al tiempo que iba creciendo en años, fue el magisterio de una farmacia de barrio la que me permitió aprender ya tanto de la vida y algo de enfermos y enfermedades. Se ponía en marcha entonces de una forma masiva el Seguro Obligatorio de Enfermedad y estaban apareciendo aquellas noticias del nacimiento de la penicilina como antibiótico salvador de vidas humanas.

La proximidad de la farmacia con la Casa de Socorro en la que eran médicos titulares --muy queridos por todos-- los Guallar Segarra, Rallo, Fabregat, Federico de Francia, Ferragut y especialmente José Sanahuja, que me permitió mantener una cordialísima relación con él, casi como de abuelo a nieto, muy cariñosa.

LA RELACIÓN // Con don José mi lenguaje se fue enriqueciendo con palabras y palabrejos que no había oído antes, como brebaje, mejunje, afrodisíaco, pócima, potingue, febrífugo, sedativo, no sé, y cosas así. En realidad mi aproximación a él fue por varias cosas. Tal vez por su dedicación durante su juventud al teatro --como yo-- con tantas experiencias que contar, por su condición también de mancebo de botica de joven. Y no hay que olvidar que él fue médico de los futbolistas del CD Castellón, cuando lo albinegro era mi color. Lo cierto es que cuando falleció ya mucho después, en 1988, hubo un minuto de silencio en el repleto Estadio Castalia en su honor y homenaje y creo que yo también recé aquel día...

La verdad es que la atención sanitaria a los vecinos de la ciudad ha experimentado una gran evolución en las últimas décadas, sobre todo desde que fueron desapareciendo las casas de socorro en los años ochenta. Los niños habían sido atendidos tradicionalmente por los médicos de cabecera en sus propios domicilios y solo en casos muy graves se procedía al ingreso en el pabellón de niños del hospital provincial. Al parecer las patologías más frecuentes estaban motivadas por factores de tipo infeccioso o de nutrición. Pero no es extraño creer que sin las casas de socorro ya nada ha sido lo mismo.

LA VIDA // Llamado José Segundo --motivado esto porque ya hubo otro anterior--, nació en la calle Ruiz Vila de Castellón, el 25 de septiembre de 1905. Fueron sus padres Jaime Sanahuja Tirado y Conchita Gil Ballester, casados en 1883. Tuvo gran número de hermanos, pero solamente sobrevivieron otros dos, Jaime y Gonzalo. Estoy hablando de una familia cuya presencia en Castellón ya la encontré documentada desde 1595. Hubo funcionarios del Ayuntamiento y del Juzgado de Paz. El padre de nuestro personaje, licenciado en Derecho, fue un notable funcionario de la Diputación Provincial y participó de modo especial en la creación de la actual avenida del Lledó.

José Sanahuja perteneció a la primera promoción de estudiantes que terminó el bachillerato en el instituto de Ribalta, jugó a fútbol en la época de la implantación de ese deporte en Castellón y se interesó muy pronto por el teatro, participando no solamente con varios grupos locales, sino que, además, dirigió dos o tres zarzuelas que se representaron en el Teatro Principal. El teatro y la música eran por aquel entonces su pasión. A mí me tenía con la boca abierta cuando me contaba todo ello. También me hablaba con entusiasmo de aquellos compañeros que tuvo en la Facultad, especialmente de Antonio Baeza, Serrano, Pepito Carreras...

SU BODA // Don José contrajo matrimonio con Josefa Sanchis Boscar el 15 de octubre de 1932. Fueron padres de cuatro hijos, José María, Conchín, María Lidón y Javier que, en conjunto, le proporcionaron a Sanahuja un total de 11 nietos. Vivió en la calle Mayor y desde 1944 en la nueva avenida de Capuchinos.

Trabajó en una farmacia en Barcelona al tiempo que cursaba la carrera de Medicina. Después pasó a Valencia. Y su primera ocupación al terminar la carrera fue como médico de familia y tocólogo. Sus primeros inicios profesionales tuvieron lugar en los pueblos de Bojar, Corachar y Castell de Cabres. Y ya fue médico titular en Zorita del Maestrazgo, que es cuando estalló la guerra civil. Después estuvo en Gaibiel y Matet, que le dedicaron una calle a su nombre. Su intervención como médico ginecólogo en algunas de estas poblaciones, le permitió asistir al nacimiento de muchos castellonenses de la provincia. Y ya vino destinado a Castellón dispuesto a conquistar de nuevo lo que había sido suyo.

VIDA PLENA // En Castellón, José Sanahuja fue uno de los médicos fundadores de la Casa de Socorro, dependiente del Ayuntamiento. Llegó a ser decano de la misma. Ostentó también los puestos de secretario del Patronato de Protección a la Mujer, vocal de la junta provincial de Protección de Menores y del Tribunal Tutelar de Menores, como médico de la Casa de Observación. Igualmente fue secretario general y tesorero-contador del Colegio Oficial de Médicos, además de médico del C.D. Castellón entre finales del año 1930 y mediados de la temporada 1950.

La enorme capacidad de trabajo de Sanahuja, le permitió también el ejercer como médico de las congregaciones religiosas de las monjas capuchinas y de los padres carmelitas descalzos.

Por su enorme actividad y servicios prestados a la colectividad de vecinos, fue galardonado con la Cruz Azul de la Seguridad Social. Y tuvo el tiempo suficiente para poder participar en las tertulias médicas con aroma de aficiones taurinas en el legendario bar Tafolet de la calle de Enmedio. Aunque el verano era para la familia. En la década de los cincuenta veraneó con su mujer y sus hijos en una casa de la Sierra Engarcerán. Y, después, en un maset de Benadresa, dalt de la vía, en lo que hoy es la avenida Vila-real.

Con la sonrisa en los labios y el afán de trabajo y servicio, falleció a los 83 años de edad. H