Ainhoa empezó a hablar con tan solo 10 meses. En la guardería ya leía sin juntar las sílabas y era capaz de memorizar canciones enteras. Luego entró en el colegio. En clase se aburría. No atendía. Prefería pintar, desconectar de lo que explicaba el profesor y dejarse llevar por unos pensamientos que no era capaz de controlar. Porque Ainhoa, que hoy tiene 12 años y estudia sexto de Primaria en un colegio de Castellón, es una niña con altas capacidades. Un test probó que su cociente intelectual estaba muy por encima de la media. Desde ese día su familia lucha contra un sistema, el educativo, que no pone ni medios ni personal para atender a las mentes más brillantes. Y eso que, según los expertos, uno de cada diez niños en Castellón reúne las características para ser considerado superdotado.

Pese a que a todo el mundo le gustaría tener un hijo con altas capacidades, ser superdotado no es un chollo. Lo saben bien Manuel, Miguel Ángel, María, Raquel, Begoña..... todos son padres y madres de niños y adolescentes con altas capacidades. Todos son socios de Acast, la asociación castellonense de apoyo al superdotado y talentoso que, desde hace década y media, lucha contra la incomprensión social y la falta de atención a nivel escolar que reciben sus hijos. «Los problemas empiezan con la detección. El yo no lo veo todavía es lo más frecuente que te encuentras cuando vas al colegio a pedir una valoración del gabinete psicopedagógico. La otra contestación que se suele escuchar es vuestro hijo está sobreestimulado. Y es que se continúa confundiendo el alto rendimiento escolar con la superdotación», dice Manuel Peña, padre de un niño superdotado y presidente de Ascast, una entidad que realiza charlas para padres y talleres para niños, y que cuenta con casi 130 familias asociadas.

Tanto las familias como los expertos insten en desmontar los arquetipos sociales que catalogan a estos niños como pequeños genios tocados por un don que, irremediablemente, les llevará al éxito sin esfuerzo. “El potencial que estos críos tienen puede ser un problema si el sistema educativo no responde adecuadamente y, de momento, la respuesta es muy pobre» apunta Emilia Landete, psicóloga de Acast.

Pero, ¿cómo son los niños con altas capacidades? Aunque cada crío es un mundo, por lo general, se trata de niños con una gran sensibilidad, curiosidad y, normalmente, afán de aprendizaje. Elena cumple esas características. Sus padres pronto se dieron cuenta de que su hija no era como las demás. «Desde muy pequeña era intensa, curiosa, movida... un torbellino», cuenta su madre, que pide que no se desvelen más datos de su identidad. En segundo de Primaria (hoy Elena cursa quinto) les confirmaron que la niña tenía altas capacidades. «Fue entones cuando nos empezamos a informar y entendimos muchas cosas sobre el comportamiento de la niña», añade.

NIÑOS QUE SE ABURREN

Elena es una niña vital, con unas ganas enormes de aprender pero que se aburre en clase. Le ocurre como a la mayoría de niños superdotados. «No siempre encuentra a profesores lo suficientemente formados en el ámbito de las altas capacidades que la sepan guiar», describe la madre, que lamenta que su hija, muchas veces, se consume por no avanzar. «Es como si a Messi, que por lo visto ya desde muy pequeño despuntaba en el fútbol, le hubieran dicho que no corriera, porque el otro niño no puede seguirle y hay que correr todos al mismo tiempo».

El problema, dicen las familias, es que los centros educativos tienden a homogeneizar al alumnado, imponiendo ritmos determinados en el aprendizaje de contenidos, sin atender las constantes demandas de estos niños. Y Paradójicamente, muchos no se libran del fracaso escolar. Es la gran contradicción que rodea a quienes tienen altas capacidades. De hecho, se estima que un 30% no llega al Bachillerato.

Las relaciones con sus compañeros tampoco son idílicas. «Son niños que suelen tener gustos e inquietudes de varios años por encima de su edad física, pero se emparejan con críos de su misma edad, con lo que les cuesta mucho entablar relaciones», explica el padre de un alumno de 8 años con altas capacidades. Ainhoa, por ejemplo, sufrió acoso escolar. Y hasta tuvo que cambiarse de centro. No es la única. Muchos han pasado por lo mismo. «Sus compañeros la veían como un bicho raro», explica su madre.

Algunos centros, para atender las especiales necesidades de estos niños, llevan a cabo lo que se conoce como la aceleración. Consiste en que el alumno salte un curso. Con ello se pretende motivarle en los estudios y permitirle un desarrollo intelectual más acorde con sus capacidades. «Las aceleraciones, sin embargo, no están bien vistas, pese a que en los socios de Acast sí han funcionado», añade Manuel Peña, que reivindica medidas como aceleraciones de curso o flexibilizaciones, programas de agrupamiento, adaptaciones curriculares individuales y, por qué no, la creación de centros específicos para altas capacidades.