María Hristea apenas llevaba poco más de un año viviendo en Castellón. Su marido, Eugen, había encontrado trabajo en la capital de la Plana y ella decidió trasladarse a vivir aquí desde Rumanía, su país natal. Era noviembre del año 2007 cuando, como explica su esposo, María comenzó a decir que le dolía mucho la cabeza. «Ella tenía problemas, una depresión severa, y estaba siguiendo un tratamiento médico en Rumanía», detalla Eugen. Y continúa: «Le dije que fuera al médico para que le recetaran algo que le mitigase el malestar y estuvo con esas pastillas una semana. Un día volví a casa después de trabajar, por la tarde, y ya no estaba. Nunca más supe de ella».

Ni una llamada

El caso de María Hristea es todo un misterio sin resolver. Sus hijas y su esposo llenaron la capital de la Plana de carteles con su foto y su descripción, incluso acudieron a los medios de comunicación para darle una mayor difusión. Durante semanas la buscaron: «Yo fui a Urgencias al hospital, por si había ido ella sola a allí, a los ambulatorios, por las calles... Le pregunté a familiares, a amigos, pero nada», narra Eugen, quien añade: «Nosotros vivíamos con otra familia en el mismo piso y ellos tampoco la vieron en casa el día de su desaparición».

Tras diez años en paradero desconocido, la familia de María ha perdido la esperanza de encontrarla: «No tengo ninguna esperanza ya. Ruego a Dios saber qué le pasó, pero ha transcurrido tanto tiempo que creo que es algo imposible», afirma su esposo. «Ella no se adaptó a vivir en España y esos días no estaba bien, estaba muy enferma e incluso llegó a casa una tarde con la ropa llena de hierba», dice.

Mediterráneo se puso también en contacto con una de las hijas de María en Rumanía, quien desde este país afirma «no tener noticias» de su madre.