Con la ciudad llena de carteles magdaleneros, de vivos colores y la influencia del viento sobre la temática cartelera de los autores, estoy rememorando con los lectores nuestra historia común de las inminentes fiestas. Y estoy convencido que la mágica Pérgola de la Font del Piliuet de los primeros tiempos, tuvo un protagonismo indudable en la historia que estoy contando estos días del parador Hostal de la Llum. Es más, diría que nació éste, porque la amada Pérgola, que se utilizaba en los tiempos de los años 30 en adelante como lugar de recreo y para que tocara la banda municipal de música, cuando llegaron los 60, se encontraba en período de reconstrucción durante la celebración de las Fiestas de la Magdalena. Así que llegado el momento hubo que tomar la decisión de alquilar un pabellón entoldado de moda por entonces y usarlo en sustitución del jardín.

REUNIDOS. Y para hablar de ello, el ingeniero municipal Pepe Prades, buen amigo, empezó por situarme con su explicación:

--Para los ciudadanos nacidos hasta 1952, las tardes de los domingos y las noches de los sábados, sobre todo en verano, era ese lugar un punto mágico de reunión, donde se firmaron muchos de los matrimonios entre los jóvenes castellonenses.

El muy hermoso Parque de Ribalta, dotado desde un principio de arbolado, pero sin ningún tipo de construcción. La primera edificación que se construyó fue la caseta para los peones que cuidaban el parque. Así se afirma en la aprobación del Pleno Municipal, del 3 de diciembre de 1868. La caseta debía estar terminada a principios del año siguiente, puesto que en el Pleno del 13 de abril de 1869 se efectuó la subasta para su pintura, siéndole adjudicado el trabajo a Francisco Tomás por 32 escudos.

Hubo un momento en que en el cercano Paseo de la Alameda se habían construido distintos elementos de ornato y de servicios, cuando se observó que en Ribalta no había más que la caseta de los peones y una fuente. Y en el acta de la Comisión Permanente del 28 de octubre de 1925 se dice: «Seguidamente se dio cuenta de un escrito del Director de Parques y Jardines, cuya conformidad suscribe la Comisión de Paseos, acompañando el presupuesto para la construcción de una Pérgola en el Paseo de Ribalta, cuyo importe asciende a la suma de siete mil doscientas sesenta y seis pesetas y la Comisión acordó aprobarlo en todas sus partes».

En los años 30, se utilizó ya la Pérgola a todo gas, especialmente cuando en los cuarenta y tantos todos los años cincuenta, se había adecentado el recinto de una forma atractiva, se abrieron las taquillas para que, en cada función o baile, la recaudación ayudara a mejorar fondos para la Junta Central de Festejos.

Unos 18 millones de pesetas se emplearon en los años 60 para recomponer la nueva Pérgola, aún a costa de no poder utilizar aquel espacio en obras para actividades de cualquier tipo. Un parador fue una decisión necesaria y acertada por los servicios municipales. Así que, se alquiló el Hostal de la Llum, que fue escenario de gran actividad festiva hasta que en 1970 acabaron las obras y la Pérgola ya se planificó como había de ser la extensa programación a partir del año 1971.

Así, uno de los últimos días de febrero de 1971, se volvió a inaugurar con motivo de la Imposición de Bandas a la Reina de las Fiestas, María Melchor Nos.

ORGANIZADORES. El mismo equipo empresarial Tombatossals, fuimos los organizadores de aquella primera gala, puesto que el pulso municipal para estas cosas, con Francisco Grangel de nuevo alcalde de la ciudad, no estaba todavía preparado en ritmo y manera para organizar aquello de un calibre tan especial.

Así que contratamos a lo más elegante y espectacular del momento, es decir, María Rosa y su Ballet de Arte Español, que había acompañado al Ministro de Cultura don Alfredo Sánchez Bella, quien presidió aquella festiva inauguración de la repleta Pérgola, comienzo de una nueva etapa en ese tiempo magdalenero.

Tengo en mis memorias el hecho de que tuviera que ser el primer presentador yo mismo, que también formaba parte del equipo empresarial. Al año siguiente y algunos más, la Pérgola siguió funcionando ya con un soporte totalmente municipal, aunque con el mismo estilo de baile con atracciones a modo de espectáculo, con cantantes o ballets.

Un hecho anecdótico me ayuda a terminar la historia. La señora viuda de Santos Vivanco, doña Joaquina Pascual, la sentamos en primera fila, valiéndonos de nuestra influencia. Cerca de las autoridades que no cabían en el palco presidencial y de la reina de las Fiestas. Y mi guión del acto me lo iba dictando ella, con su gran sabiduría. De quién no debía hablar y cómo debía repetir unas palabras, eran lecciones que doña Joaquinita me iba ‘ordenando’ sobre la marcha, marcando el paso del acto oficial. Esas cosas no se olvidan...