Un año de ahorro, maletas con 30 kilos de material donado, y sobre todo, mucha ilusión invadían a Andrea Redondo, una castellonense de 24 años que se disponía a vivir una de las mejores experiencias de su vida realizando un voluntariado en Ghana, (África), durante una estancia de 20 días. Aunque esta experiencia no fue del todo como esperaba y una vez de retorno a Castellón ha denunciado la mala organización, estafa de dinero y despreocupación hacia los voluntarios por parte de lo que se creía que era una Organización No Gubernamental (oenegé) Yes We Help.

Tras meses buscando la organización ideal, se encontró con esta. «Buscaba un organismo con gente joven», explica Redondo. Yes We Help se definía hasta hace poco en su cuenta de Instagram como una oenegé. A través de esta red social que cuenta con 51.100 seguidores se promocionó con influencers, para conseguir voluntarios que fueran a Ghana y Sri Lanka durante los meses de verano en julio, agosto y septiembre.

Llegada a Ghana

Tanto Andrea como otros voluntarios, que se hacían llamar helpers, vieron que algo no iba bien a su llegada al país. Se habían gastado 2.000 euros, destinados a seguros, vuelos, visados y residencia. De esa cantidad de dinero, 250 euros era para donativos. «Se suponía que pagamos una estancia de lunes a domingo y cuando llegamos nos dijeron que el fin de semana nos teníamos que comprar nosotros la comida, no sabíamos qué decir», comenta la cooperante.

También incide en que «había gente que era celiaca y no podía comer ciertos alimentos, nadie se preocupó por preguntar si alguien sufría alguna enfermedad. Tuvimos que cocinar nosotros durante la primera semana un menú especial».

Divididos en cuatro proyectos para realizar el voluntariado, -orfanato, educación, sanidad y deporte-- la castellonense eligió el primero y cuando fue a visitar los colegios se encontró con que ese proyecto no existía, no tenía permisos para entrar en las escuelas «porque Yago Zarroca, el organizador, no se había encargado de pedirlos» y, en su aldea, no la necesitaban. «Sabía que no me podía quedar de brazos cruzados. Cogí un taxi, que por supuesto salió de mi bolsillo, y me fui a los poblados de alrededor a ver si querían ayuda», prosigue. En la aldea necesitada que encontró, se encargó de repartir los 30 kilos de donaciones que tuvo que facturar para que llegaran hasta Ghana, entre los niños de las escuelas, además de comprarles sillas, mesas y pintarles el colegio.

Dinero «extraviado»

En vista de que los 250 euros que habían aportado no se veían reflejados por ningún lado, los helpers se «revelearon» y «exigieron» que se los devolvieran para inventirlos ellos entre los ghaneses.

Cada grupo de voluntariado, uno en julio, otro en agosto y otro en septiembre, contaba con 100 o 120 helpers que sumaban un dinero que oscilaba entre 25.000 y 30.000 euros de donaciones. «Tras mucho pedirle a Yago que nos diese nuestra donación únicamente nos facilitó 700 euros para todos los voluntarios. Su excusa era que lo iban a invertir en un colegio y eso era a largo plazo. También nos dijo que no podía sacar más dinero del banco», recuerda Redondo.

Días más tarde, se dieron cuenta de que esos ahorros no eran los únicos de los que no conocían su estado. «Las monjas nos dijeron que nos estaban pagando el agua y la luz de la residencia donde nos hospedábamos, ¿dónde estaba el dinero que habíamos pagado para la estancia?», expone la voluntaria castellonense.

Por si con esto no fuera suficiente, el voluntariado, a parte de Ghana y Sri Lanka, contaba con un tercer destino que, según Zarroca, estaba lleno y no podía ir ningún voluntario. A las dos semanas se enteraron por el propio organizador que se habían ido sus amigos para ver si se podía realizar un voluntariado en este nuevo lugar. «¿Tus amigos también han pagado 2.000 euros?», le preguntó Redondo repetidas veces. Media hora más tarde y tras su insistencia, la respuesta fue que sí, que habían pagado como todos. Ningún helper se lo creyó.

La «estafa» con el dinero continuó cuando los últimos días del primer grupo de voluntarios en julio, se solapaba con el segundo grupo de agosto. «Pretendían que pagásemos un safari final, para abandonar la residencia. No tenía dónde meter a los nuevos voluntarios», declara la castellonense. Frente a esto, ella sacó el contrato y le plantó cara al organizador: «Firmamos hasta final de julio y aquí estaremos». Gracias a esto, siguieron en la residencia.

Voluntarios al mando

De las cuatro Project Managers que se encontraban en Ghana, una dejó el trabajo alegando «que había menores, y que ella no quería formar parte de una estafa», cuenta la cooperante.

Tras esto, Zarroca, «que en ningún momento se preocupó por el estado del grupo ni por sus edades», despidió al resto del equipo poniendo al mando a un grupo de voluntarios.

Lo que iba a ser una grandísima experiencia para muchos voluntarios, lo arruinaron unos pocos. Sin embargo, Andrea Redondo se queda con lo bueno que ha vivido en el país y con la labor de haber ayudado a una pequeña aldea que realmente sí necesitaban su amparo.