Partiendo del principio de que no hay nada más universal que la creación de una obra de arte desde las propias raíces, del genuino aroma local y personal, Manolo Safont contaba con sencillez el proceso de ejecución de su ‘pintura cerámica’ o sus trabajos entre la alquimia y el color en el horno de su casa, entre el barro y el fuego. Explicaba Manolo, que a partir de la superficie plana del azulejo iba poniendo capas de barniz, que él mismo se fabricaba y siempre contando con el conocimiento de los procesos químicos, hasta conseguir el color y, sobretodo, la técnica que la cocción le proporcionaba. El tema de la ilustración completaba la obra. Fue muy útil su técnica cerámica.