Aunque atendiendo a los precios que perciben los agricultores por sus productos pueda parecer paradójico, en los últimos años el número de compraventas de fincas rústicas no deja de crecer en Castellón y se sitúa en cifras precrisis. 2017 se cerró con el número más elevado de compras desde el 2008, con 2.679, y son varias las voces del sector las que ven en este dato la prueba de una tendencia a la concentración de la tierra.

El secretario general de la Unió de Llauradors, Ramón Mampel, es claro al respecto: «Los ingresos de los pequeños agricultores no dan para adquirir nuevas fincas». Ni siquiera los de la almendra, cuyo precio subió con fuerza en los últimos años pero ya volvió a valores menos rentables durante la anterior campaña.

Y, sin embargo, la adquisición de terrenos para este tipo de usos es ahora mayor que el año anterior, cuando hubo 2.462 intercambios (un 8% menos) y bastante superior al 2015, ejercicio en el que las almendras marcaron su récord de precios. Entonces hubo 1.882 compraventas, lo que representa un crecimiento del 30% en tan solo dos años.

El secretario técnico de Fepac-Asaja, Doménec Nácher, afirma que los comercios citrícolas son un actor fundamental en este dinamismo del mercado de fincas, puesto que «muchos de ellos reinvierten los beneficios que logran con este fin», afirma, para añadir que esto tiene como consecuencia la concentración del sector. Y es que la tendencia es a adquirir varios terrenos y formar fincas de grandes dimensiones, muy mecanizadas y profesionalizadas. Los bajos precios de los terrenos, cuyo valor ha caído en picado en los últimos años, favorecen este movimiento, que ya se da con fuerza en la Plana Baixa.

Mampel añade que en Castellón también se dan casos de grandes empresas cuyo negocio no está relacionado directamente con la agricultura y que invierten en la tierra como una suerte de valor refugio. Todo esto supone un cambio en el modelo agrícola castellonense tradicional, basado en el minifundio.

El tipo de cultivos también es distinto, puesto que las apuestas en este tipo de fincas se basan fundamentalmente en nuevas variedades citrícolas muy encaradas al mercado, frutas subtropicales o viña sin hueso, entre otros.