No hay celebración en Vila-real sin Xulla. Así quedó refrendado anoche, pese a la lluvia, en los diferentes barrios que este fin de semana arrancaron sus celebraciones anuales, así como en la Congregació de Lluïsos, entidad que conmemora su festividad.

Y es que el final de los festejos en honor a la Mare de Déu de Gràcia no supone, ni mucho menos, un freno en las ganas de los vila-realenses de divertirse y de compartir momentos lúdicos y gastronómicos con sus vecinos.

En los barrios nació esta ancestral tradición y a ellos regresa una vez acabados los actos por los patrones de la ciudad. Un regreso que continúa caracterizándose por la alta participación de los ciudadanos. En este caso, disfrutaron de esta costumbre gastronómica los residentes en las zonas del Hospital, de la Mare de Déu del Roser y de la calle Soledat y su entorno. Grupos de amigos y familiares ocuparon la vía pública, aunque la lluvia les obligó a refugiarse en casals y garajes a la hora de cenar. Eso sí, el hecho de que numerosas personas trabajaran al día siguiente y de que los niños y jóvenes tuvieran colegio o instituto hizo que la cita no se alargara en exceso, para favorecer el descanso.

Para amenizar la velada no faltaron las charangas y la música de calle, en un acontecimiento que, sí o sí, se vive en la vía pública y sirve para, entre otras cosas, fomentar la comunicación entre los residentes de cada área.

ENTIDAD // También Lluïsos vive con intensidad sus días grandes. No en vano, el domingo la entidad honró a sus patrones, mientras que ayer lunes la gastronomía ocupó un lugar destacado con la Xulla. En su caso, la plaza Mossén Ballester volvió a llenarse de jóvenes integrantes de este colectivo para disfrutar de la torrà de todo tipo de carne, aunque fundamentalmente de chuletas de cordero --de ahí la denominación del evento--, pero tampoco faltaron longanizas, morcillas, chorizos, tàrbenes o blanquets.

Con todo, los eventos lúdicos programados por cada uno de los barrios para sus residentes seguirán durante toda la semana.