Son seis centímetros, que aparentemente no es mucho. Tres dedos aproximadamente, pero llegados a este punto, la final por el ascenso a Segunda B, todo cuenta. Es la desventaja que el Castellón tendrá que contrarrestar frente al Portugalete, una de las señas de identidad del conjunto vasco. Porque la batalla, la del juego aéreo, se antoja fundamental en el desenlace del cara a cara, que vivirá el primer asalto el domingo, a las seis de la tarde, en el campo de La Florida.

Huelga decir que el Portu representa todo lo que nos imaginemos del fútbol norteño, aún marcado por lo físico. Un rápido vistazo a las características de los jugadores jarrilleros nos permite cerciorarnos de su envergadura. Su media de altura es de 1,81 metros, por el 1,75 del Castellón. Curiosamente, su techo es un delantero, Óscar García (1,93), seguido del portero Iván Franco (1,90).

En el Castellón, sorprende que sus dos torres sean dos delanteros, que vienen de ser titulares por vez primera, en el Narcís Sala. Ahí están los 193 centímetros de Nuha Marong, tres por encima de David Cubillas. Dos futbolistas fundamentales también a la hora de defender, como se vio el domingo contra el Sant Andreu.

Hace cinco días, en la resolución del durísimo enfrentamiento doble con los quatribarrats (resuelto por el valor doble de los goles marcados en campo contrario) Sergi Escobar no tuvo reparos en admitir que el once de la vuelta había estado condicionado por el poderío aéreo de los barceloneses, con delanteros de mucha talla (Óscar Muñoz, Kuku y, sobre todo, Elhadji Baldeh). «He puesto la gente más alta que tenía», vino a decir. ¿Repetirá pasado mañana, teniendo en cuenta que tiene a los mismos jugadores disponibles? A pesar del 1-1, los albinegros salieron bien librados.

LOS DOS AVISOS // Porque defender este tipo de acciones en algo que más ha preocupado, desde su llegada, al almazorense. Seguro que no hace falta que nadie le recuerde que el Tropezón puso cuesta arriba la primera ronda con un gol de cabeza en Tanos; y que Óscar Muñoz, el pasado domingo, estableciese, de un testarazo a la salida de otro saque de esquina, el empate a uno y abocase a un sufrimiento máximo los compases finales, con más de 1.400 aficionados en las gradas cruzando los dedos en cada balón colgado en el área de Alejandro Zagalá.

Además, la impresión es que el Portugalete explota todavía más este condicionante en su campo, principalmente por ser más estrecho que Castalia (seis metros: 70 por los 64 de La Florida), lo que le permite llevar el balón al área contraria con más prontitud y frecuencia.