La magia se hace realidad cuando no se encuentra una explicación razonable para lo que se está viendo. Ese fue el principal éxito del estreno mundial de Hangar 52: ilusiones clasificadas, el último espectáculo de Yunke, con el que ha querido marcar un punto de inflexión en su trayectoria.

Sin palabras, así se quedaron el millar de personas que completaron el aforo del Auditorio Leopoldo Peñarroja de la Vall d’Uixó en respuesta a la gran expectación suscitada con una actuación que no volverá a realizarse en España, al menos hasta que regrese de su gira por China.

GRANDES ILUSIONES / Quienes en alguna ocasión han asistido a una actuación de Yunke, ya sea en televisión o sobre un escenario, saben que es uno de los mejores por lo que a las grandes ilusiones respecta, su fama internacional así lo acredita, aunque la de ayer fue una representación sin precedentes, como él mismo advirtió en los días previos al decir que es «el espectáculo más grande que he hecho nunca».

Las reacciones del público resumieron a la perfección el efecto del estreno. No fueron pocos los que compartieron la afirmación de que «hace real lo imposible», conviertiendo en la pregunta más repetida la de «¿cómo ha podido hacerlo?». Porque cada nueva ilusión lograba la misma reacción: la sorpresa y los aplausos.

PARTICIPACIÓN

Yunke deja sin sentido la frase: «Nadie es profeta en su tierra». Ante un público entregado, el mago de la Vilavella disfrutó como el que más de la puesta en escena y recibió como respuesta la entrega del auditorio, que tuvo la oportunidad de realizar un viaje por el mundo sin moverse de la butaca, salvo algunas excepciones, ya que desde el primer minuto se rompió el muro que a veces separa el escenario del patio de butacas, al invitar a varios de los asistentes a vivir en primera persona algunos de los números, lo que estableció una conexión con el público que ya no se rompió hasta el final.

Fueron dos horas de emociones e intensidad que no dejaron indiferente a nadie. Un guión vertiginoso, estudiado al detalle y acompañado por una escenografía a la altura de la calidad de las ilusiones seleccionadas para la ocasión, no dio tregua, porque de eso se trataba, de conectar con el espectador hasta el punto de convencerle de que todo lo que estaba sucediendo antes sus ojos era fruto de un poder inexplicable.

La aviación fue la excusa, el hilo conductor que relacionó a Leonardo Da Vinci con la II Guerra Mundial o el portal interestelar de Stargate, un contexto que hizo volar la imaginación de las casi 1.000 personas que disfrutaron de un doble privilegio, asistir a un gran espectáculo y ser las primeras del mundo en hacerlo.