El Ayuntamiento de l’Alcora presentó en la recientemente finalizada edición de Cevisama su proyecto de rehabilitación de la Real Fábrica del Conde de Aranda, en un acto en el que participaron el presidente de las Corts Valencianes, Enric Morera, y el secretario autonómico de Turismo, Francesc Colomer, además del alcalde del municipio, Víctor Garcia.

Joaquín Cabrera Bachero, que es arquitecto técnico, ingeniero de Edificación y doctor en Ciencias, da en el siguiente texto algunas de las claves que convierten las primeras décadas de esta factoría en un caso de industria adelantada a su tiempo.

ORÍGENES

La evolución de los gremios, a comienzos del siglo XVIII, dio lugar a la creación, en nuestro país, de las llamadas Fábricas Reales, en los sectores textil, de objetos suntuarios (cerámica), la construcción naval y el armamento. Aunque de propiedad privada, gozaron de privilegios otorgados por la Administración, fruto de la política mercantilista de carácter proteccionista de Felipe V.

El noble aragonés don Pedro de Alcántara Buenaventura Ximénez de Urrea y Abarca de Bolea, IX Conde de Aranda, fundaba, el 1726, la Real Fábrica de Loza en l’Alcora. Sus continuos viajes y su formación militar le ayudaron a configurar las ideas de modernidad, desarrolladas en la vecina Francia de Luis XIV, en el concepto de su empresa.

PRIMERA ORDENANZA

El planteamiento empresarial de Don Buenaventura se reflejó en la organización industrial de su Real Fábrica. El 1727 se publicaron las primeras ordenanzas para el buen gobierno de la fábrica de Loza o Fayanza, que como sus sucesoras fueron un novedoso Sistema de Gestión de Calidad. A lo largo de sus páginas se establecían todos los aspectos industriales de la Real Fábrica: la dirección, la organización y la política de la empresa, la economía, la documentación y su control, los recursos humanos, la fabricación, los desarrollos y mejoras, los sistemas de control de materiales y productos o la comercialización, entre otros aspectos.

Los reglamentos del 1810 y 1825, especialmente, reflejaron un sistema de gestión muy completo y detallado, en línea con los actuales sistemas normalizados (ISO). Lo hacían teniendo más en cuenta el concepto e intencionalidad de los artículos que el estricto control documental que exigen las normas actuales. Se promulgaron en base a la filosofía empresarial de sus propietarios, adaptándose al entorno industrial y económico de la época.

La ordenanza regulaba el funcionamiento de la planta bajo cuatro grandes grupos: Justicia, Govierno, Política y Economía.

Se definía el organigrama directivo, sus cargos y cada uno de los empleos, estableciéndose las quadras o departamentos con definición de tareas. A destacar la quadra de valdosas, que se ocupaba de la producción de azulejería y que fue el embrión del actual sector industrial castellonense.

El régimen interior, el mantenimiento de las instalaciones, los horarios de trabajo, los contratos de los operarios, los sueldos y premios, el control y preparación de materiales o los acopios, estaban en el articulado. El riguroso control económico obligaba a remitir anualmente a la contaduría de la Casa de Aranda una cuenta de las entradas y salidas de la fábrica.

SEGUNDAS ORDENANZAS

Don Pedro Pablo, X Conde de Aranda asumió, tras la muerte de su padre, la propiedad y dirección de la empresa. El 1 de enero del 1749 establecía unas nuevas ordenanzas sin grandes cambios, pero introduciendo un factor de humanización y estima a los empleados de la Real Fábrica por los servicios prestados.

Aparece por primera vez, en la industria española, la prestación por baja laboral, que con el tiempo se convirtió en precursora de las nuevas leyes de protección social en caso de enfermedad o de accidente de los operarios. En principio se dirigió a todos los que sirviesen en la Fabrica à Pincèl, Ruedas, y Moldes que quedaran imposibilitados por algun accidente. El artículo inluía, con toda seguridad, la baja por saturnismo, debido al manejo del plomo presente en esmaltes y colores.

1799 Y 1800

El Reglamento del 1799, inicio de la gestión de la Casa de Híjar, suponía un gran cambio respecto al continuismo anterior. A través de 23 capítulos se definieron, minuciosamente, cada uno de los cargos y empleos de la empresa.

En el capítulo XXII, referido a la provisión de factorías, se insistía en el suministro de piezas a las factorías propias, o almacenes distribuidores de Madrid y Zaragoza, y se afirma que «se las proveerá con arréglo à lo que gasta y guste en el país». Apenas un año más tarde, las llamadas adiciones del 1800 se establecían para «el mejor régimen y govierno de la fábrica de Loza de Alcora»: imponiendo un férreo control sobre la manufactura, especialmente en la calidad de producción. A destacar la logística implantada, en su articulado, a la célebre recua (transporte con mulos y arrieros) para el transporte y suministro de piezas a la factoría de Madrid, logrando su entrega en el momento que se precisaban. Un concepto de suministro, el sistema just in time, utilizado hoy en día por los grandes fabricantes de automóviles del mundo.

EL REGLAMENTO DEL 1810

El Reglamento de 1810, segundo de la Casa de Híjar, comenzaba con la declaración de política de empresa: «Para que mi Fábrica de Loza establecida en mi villa de Alcora pueda arrivar á su mayor perfeccion en todos los ramos que en ella se frabican, asi para el mejor servicio del público como para que excedan siendo posible sus manufacturas á las extranjeras, […]». Posteriormente, en 29 capítulos se establecía toda la organización, las normas de régimen interno y de fabricación. Aparecen por primera vez, en las ordenanzas, el concepto de Quaderno-Inventario, que posteriormente se normalizarían en todo el sector empresarial.

ÚLTIMAS ORDENANZAS

El último reglamento de la Casa de Híjar venía a poner cierto orden en la Real Fábrica tras la abolición, por las Cortes de Cádiz, de los derechos y privilegios señoriales y las consecuencias de la ocupación francesa del establecimiento. Para ello, creaban las figuras del Superintendente y del Apoderado general de Valencia. Además, en el anexo se incorporaron los modelos para informar y registrar el estado mensual de cada una de las actividades de la fábrica.

En definitiva, este documento histórico es una muestra de hasta qué punto la Real Fábrica de l’Alcora es una avanzadilla del actual sector azulejero.