Quien más y quien menos se aficionó al mundo del toro gracias a los bous per la vila. Al menos así sucede con la mayoría de aficionados de Almassora, los mismos que de pequeños veían la prueba de vacas antes de comer y los toros de la tarde a la salida del colegio. Por eso resulta ilógico el recelo que tienen algunos puristas al astado exhibido en la calle.

Las fiestas de Santa Quitèria vivieron ayer su última jornada taurina. Esa en la que se suelen hacer quinielas sobre los trofeos de la feria y la misma en la que la charanga toca Adiós con el corazón. Como es tradición, abrió plaza el Bou del Poble, un ejemplar de Toros de Casa Domecq al que templó Palacios a cuerpo limpio. Lenitivo, marcado con el número 33, tuvo momentos destacables en La Picaora con Patricio con la chaqueta o Chamaco con la muleta, aunque el ejemplar flojeó de los cuartos delanteros.

Al Torrealta de Els Vint, La Brusa, La Colla, Mig a mitges, l’Aberració, Els Garbo y Els Casats la foto del cartel no le hacía justicia. Con su estampa como carta de presentación, Húngaro no pudo lucirse a la salida pero sí con los tres quiebros que le ejecutó Richard en La Picaora. Cerró tarde el Caprichito de Sant Roc, Peña 38, La Vila, l’Arrastre y l’Estocà, un Conde de la Corte que lució la espectacular cornamenta que caracteriza a la casa ganadera y que dejó lo mejor a su salida en la plaza Mayor.

Los mansos de El Saliner, de Puçol, fueron los encargados de guiarlo hasta corrales y marcar así el cierre simbólico de la feria a expensas de las emboladas.

Mañana, ya con el portón cerrado, los niños de Almassora seguirán jugando a toros con sus brazos representando los cuernos y sus dedos simulando astifinas puntas prueba de la verdad de la fiesta. Sin ir más lejos, hoy a partir de las 12.00 horas se dará salida al encierro infantil. H