Cuando uno comparte cartel con la peña El Caragol firma un riesgo no escrito: el de aceptar una tarde con lluvia. Y ayer, como manda la honda tradición, Almassora tuvo toros pasados por agua. Y con ella, surgió la ansiada y esperada bravura.

Las primeras gotas amenazaron alrededor de las 18.00 horas, con el Javier Molina de los trastos a punto de salir de chiqueros. No hubo flores para Floreado, tras la salida, en la que lo mimó Borja con la camiseta morada. En las calles no dejó rastro de maldad.

La emoción apareció con el segundo. Y más lluvia. El Caragol exhibió un ejemplar de José Luis Pereda que hizo olvidar al anunciado de El Torreón. A Torero se le vieron cualidades desde que Raulillo lo recibió en la plaza Mayor. En la Picaora repitió al quiebro, como a los tres de Patricio, y remató. Más difícil lo tuvo en las calles del recinto, ya mojadas.

Pero a esas horas a nadie le importaba ir calado. Había otro Pereda en corrales. Templó Palacios al de la peña El Comboi, que tomó como feudo la Picaora para firmar una gran actuación en la que se arrancó de largo a rodadas y a quiebros. De punta a punta de plaza, incluso. Tullido no bajó el nivel durante los 45 minutos de exhibición. Fue encerrado bajo una lluvia de aplausos.