La temporada taurina de Nules no podía haber empezado de manera más accidentada. Si el primer toro de las fiestas de Sant Joan, el sábado pasado, acabó con un joven de 26 años ingresado en el hospital con tres cornadas y siete grapas en la cabeza —de las que se recupera en el Hospital de la Plana—, recién estrenada la madrugada del martes fue un hombre de 49 años, vecino de Nules, el que corrió la misma suerte.

El barrio encaraba la recta final de la exhibición de un embolado después de una animada tarde de vacas en la segunda jornada taurina de su programa. Eran poco más de las 00.00 horas. La afluencia de público era mínima, dado que se trata de unos eventos que finalizan tarde en vísperas de un día laboral de entre semana.

En la calle San Juan, que dibuja una L con la calle Santa Teresa, con un acceso corto y peligroso desde el punto de vista de la seguridad en eventos de este tipo, solo permanecían un par de familias en una cochera, a la espera de que un cohete anunciara ya el final de la exhibición y, por tanto, de la fiesta del lunes.

Frente a ellos pasó José E., que se adentraba en el recinto cuando, de forma repentina e inesperada, se encontró de frente con el astado, que giró solo por el callejón que da acceso a la citada vía. No fue capaz de hacer nada por evitar la embestida. Así lo comprobaron los dos únicos testigos que, pese a no estar participando de forma activa en los festejos (charlaban en un almacén), no dudaron en lanzarse a la calle para intervenir en el suceso.

Su colaboración fue providencial y, posiblemente por su resolución, evitaron que el morlaco se ensañara con el hombre, desprotegido y herido en el suelo. Incitando al toro, consiguieron desviar su atención. En su huida, uno de los vecinos tropezó, con la gran suerte de que el animal se limitó a pasar por encima suyo. El segundo pudo esconderse en el local donde disfrutaban de la velada festiva. Distrajo al animal hasta que su amigo pudo alejarse, en busca del herido.

Sin apenas testigos

Sorprende el hecho de que el astado corriera prácticamente solo por el recinto. Tanto es así que, salvo por los dos vecinos de la calle San Juan, nadie supo lo sucedido, hasta que uno de ellos, que se jugó el tipo por evitar una desgracia mayor, les informó de que debían llevar a José E. hasta el botiquín.

Así lo hicieron. Presentaba una cornada «en la cara interior de la pierna izquierda», como confirmaron en el Hospital Comarcal de la Plana, donde fue ingresado en planta. Ayer, aún aturdido, según amigos, se recuperaba de esa herida, varias quemaduras, magulladuras y el susto de su vida, dado que no es habitual de estos actos. Al parecer, no estaba en las condiciones idóneas para permanecer en un recinto taurino.