Un año más, la Perla de la Muntanya vivió con entusiasmo una de sus tradiciones más antiguas: la fiesta del Rotllo. La jornada en Llucena estuvo marcada por la religiosidad y el folclore. La eucaristía en la iglesia parroquial supuso el punto de partida. Tras la misa, los clavarios, los concejales y el alcalde, David Monferrer, repartieron 5.500 rollos en la puerta de la iglesia, mientras que la rondalla entonó los cantos más emblemáticos del repertorio.

A lo largo de la mañana, tanto vecinos como visitantes, pudieron comprar productos en los más de 80 puestos de la plaza de España y en las calles adyacentes.

En una fecha tan entrañable no faltaron productos como el coc en mel y les figues albardaes. El alcalde valoró esta fiesta como “una jornada que hay que mantener por encima de todo” y recordó que, antiguamente, “era una forma de reunir a quienes vivían en las masías y ese día venían hasta Llucena a comprar aparejos para las caballerías y otros utensilios necesarios para la vida diaria”.

En esta edición, los clavarios encargados de preparar lo necesario para llevar a buen término los actos de esta convocatoria fueron los vecinos Ricardo Bartoll y Enrique Negre. Los orígenes de esta fiesta se remontan al año 1829, según la investigación del historiador local, Joaquim Escrig. H