Moncofa sigue su incansable lucha para tratar erradicar la plaga de conejos que está sufriendo el término municipal, sobre todo en la zona sur más hacia el litoral, concretamente en las partidas Molsars y l’Alqueria. El último arma desplegada fue la suelta controlada ayer, por parte de la empresa Lokimica, de cuatro hurones, que fueron introducidos en una inmensa madriguera. Su objetivo es conseguir que los animales escondidos salgan de su interior. Desde el Ayuntamiento tratan así de poner todos los medios posibles para evitar, al menos, su proliferación.

Resultados

Tras más de una hora de trabajo continuo, los hurones fueron capaces de sacar de su escondite a más de 20 de estos pequeños mamíferos, que no encontraron ningún tipo de impedimento en su carrera. Antes de su intervención, los miembros de la compañía colocaron redes en agujeros de su refugio.

Dos representantes de la Sociedad de Cazadores de Moncofa supervisaron las acciones, y fueron los que indicaron donde podían soltarse a estos animales. También estuvo presente el concejal de Agricultura, Pedro Sales, quien insistió en que «tratamos entre todos de buscar la mejor solución para erradicar la plaga, pero existen muchas parcelas abandonadas que son focos de conejos, sobre todo en la parte sur del término municipal».

Los cazadores llevan más de dos meses combatiendo esta superpoblación y, para ello, cuentan con los permisos de la Conselleria de Medio Ambiente, para tratar de ir eliminando los focos. Hasta la fecha habrían acabado con más de 1.200 ejemplares.

Inquietud

La gravedad de la situación puede crecer al ser época de cultivo de las cosechas de verduras y hortalizas estivales. Los propietarios ingenian ante ello todo tipo de barreras para tratar de evitar la entrada de estos lepóridos, ya que sus cosechas pueden ser su comida diaria.

Al igual ocurre en el resto de plantaciones, como pueden ser las dedicadas a los melocotoneros o a naranjos, en las que sus dueños no han tenido más remedio que rodear con tela metálica toda la zona del tronco, para esquivar que pueda ser comido por los conejos, con la consecuencia fatal de la muerte del árbol.