Impagos y malestar. El Sansan Festival no ha entrado con buen pie en Benicàssim, ni en la provincia. Cuando hoy arranca su segunda edición en la localidad costera, las expectativas no son nada buenas.

El certamen, que cuenta con una ayuda de financiación de cerca de 100.000 euros (79.739 de la Diputación y 18.000 del Ayuntamiento de Benicàssim), más el apoyo de la Agencia Valenciana de Turismo (AVT), en su programa Tierra de Festivales, empieza su cita con deuda a los proveedores locales, según reiteran diversas fuentes a este periódico.

«No han pagado las facturas del 2017, por los trabajos que realizamos cuando celebraron su primera edición en Benicàssim», informan a este diario responsables de diversas empresas. «Y ya se disponen a iniciar la siguiente sin pagarnos lo del año pasado y sin contar con nuestros servicios».

Una situación que, según apuntan otras fuentes a este rotativo, también se plasma en la plantilla de la organización del festival, cuyos trabajadores, al parecer, algunos tampoco han cobrado por sus funciones del pasado ejercicio. Y es que el certamen vive una delicada crisis interna entre los socios que lo dirigen que está dificultando su buena organización y funcionamiento.

Los empresarios locales también critican que se trata de un evento que es «puro negocio para sus promotores, sin implicación en la zona», tal y como lo trasladan a este diario. De hecho, las empresas del municipio no están teniendo opción de montar carpas en el recinto del festival, como sí pueden hacer cada año en los demás certámenes que se celebran en este espacio, como es el caso del FIB o el Rototom.

Algunos establecimientos han intentado establecerse en el recinto sin éxito. «El año pasado les pedimos autorización para montar una carpa y nos dijeron que al ser la primera edición estaba siendo todo muy precipitado, que se les había echado el tiempo encima y no daba tiempo», explican, criticando la falta de previsión y organización, así como la nula voluntad de implicar a los negocios locales para que puedan obtener algún beneficio.

«Este año les volvimos a preguntar hace cerca de dos meses y ni nos han contestado», denuncian. «Tampoco se han puesto en contacto con las asociaciones», cuentan. Otros vecinos critican la falta de consideraciones en el plano medioambiental.

El precio de las bebidas también levantó fuertes críticas. Tomarse una cerveza costaba 1,5 tokens. A 3 euros el token, salía por 4,5 euros. Y el agua, 3 euros, criticaron los asistentes.