A pesar de su ilegalidad, las reparaciones de vehículos en la vía pública gozan de total impunidad. Así se puede comprobar a diario en varias calles de Burriana. Sin precauciones de ningún tipo, ni seguridad en el trabajo, ni tampoco para prevenir derrames de líquidos que pueden afectar al medio ambiente, se realizan todo tipo de reparaciones y algunas de ellas, de varias horas de duración. No se trata de un simple cambio de ruedas, sino también de acciones mucho más complejas que precisan de herramientas y conocimientos de mecánica profesionales.

No les importa estar a la vista de los cientos de vehículos que a diario transitan por la carretera de Nules, ni tampoco parar al mediodía y proseguir con la reparación después de comer.

Una puerta, un intermitente o discos de freno. El abanico de reparaciones es extenso y hasta esos puntos se acercan los propietarios de vehículos con problemas a los que esperan los mecánicos que habitualmente realizan sus arreglos en la calle. Días como en el de ayer, en el que aparece la lluvia, no suelen verse tantos mecánicos ilegales.

Desde los talleres burrianenses se reclama mano dura contra esta situación de «intrusismo» que, aseguran, genera «indefensión» entre los profesionales que trabajan de forma totalmente legal.

vigilancia policial // En este sentido, Fernando Vicent, presidente de la asociación de Talleres Automoción Burriana (ATAB) y miembro de la Asociación Provincial de Talleres (Astrauto), apunta que se trata de «un tema complicado». Aun así, considera que, en el caso de los arreglos en plena vía pública, «es más una cuestión de la Policía Local, porque está prohibido realizar cualquier reparación en la calle». «Sabemos que los agentes les llaman la atención, pero no resulta suficiente», destaca.

Es por ello, que los profesionales del sector reclaman «más incidencia por parte de los agentes para perseguir este tipo de actuaciones» y que también sean estos quienes «adviertan al Seprona, ya que este tipo de trabajos pueden ser constitutivos de delito medioambiental». Con todo, Vicent reconoce que la vigilancia «les obliga a esconderse, pero siguen realizando esta práctica».