Con el fin de rematar la historia de la bellísima cortesana Friné, de la que nos hemos ocupado en esta columna en dos ocasiones, habrá que decir que su legendaria biografía fue motivo de atracción para muchos artistas. Sirva de ejemplo que Apeles, el mítico maestro de la pintura griega del siglo IV a. C. se inspiró, como lo hizo Praxiteles, en su maravilloso cuerpo, para realizar El nacimiento de Venus, lamentablemente extraviado como el resto de la obra del impar artista. Pero quedaban descripciones de la misma en las fuentes clásicas (singularmente Las metamorfosis de Ovidio y la Historia natural de Plinio) de las que echó mano Botticelli para, en el siglo XV, hacer un remedo de la pintura perdida, al margen de frescos hallados en siglo XVIII en casas pompeyanas que, obviamente, el pintor de los Medici no pudo conocer.

El quehacer de Botticelli fue seguido, con posterioridad, por otros colegas posteriores. Entre los escultores citemos a Antonio Lombardo (Museo Victoria y Alberto de Londres), Ferdinand Lepcke (Hohenzollernplatz de Berlín), Adolf Brütt (Nordsee Museum Husum, Nissenhaus), Reginald Goulden (Academy Architecture London), o Élias Robert (Louvre). Y entre y los pintores a Tiziano (Museo de Edimburgo), Eugene Duval (Museo Thysen), Alexandre Cabanel (que sí conoció los murales de Pompeya), Bouguereau y Joseph Frappa (Museo de Orsay), Leon Gérôme (Kunsthalle, Hamburgo), Henryk Siemiradzki (Museo de S. Petersburgo), o Louis Chalon (Louvre)… Y no hablemos de la ópera, la poesía, la fotografía, e incluso del cine, que nos daría para otra columna.

*Cronista oficial de Castellón