El debate entre el lenguaje inclusivo, no sexista, ha generado un discurso en el que el principio de economía y el exceso de dobletes nos introduce en un campo en el que lo sociológico y lo académico parece discurrir por caminos bien diferentes. Por supuesto, no está calificado el que esto escribe para poner una pica en Flandes. Doctores tiene la Academia, que tampoco se aclaran. Eso, sí, la dignidad incluye por igual al ser humano, sin discriminación en razón del sexo o del género. Hablemos de dignidad y lo demás se nos dará por añadidura. Pero hoy recuerdo otras interesantes cuestiones de los juegos del lenguaje, tan molestas para quien se siente aludido. A este respecto un colega, me decía: hay que ser muy discretos en clase al hacer alguna alusión, por ejemplo, a expresiones como la de un alumno al decir que «aquello era una judiada»; de repente le respondió otro: «¿y por qué no una palestinada»? Era judío, naturalmente. Expresiones, pues, como esta son habituales en ciertas zonas geográficas o históricas: «esto es una merienda de negros» (¿y por qué no de «blancos»?).

Abogo por la adaptación, si cabe, del lenguaje a las nuevas realidades sociales. Pero son muchas. En el mundo de los músicos abunda la feminización: violas, violonchelistas, violinistas, pianistas, guitarristas, percusionistas... ¿Masculinizamos el nombre o seguimos con «el», «la»…?

*Profesor