Tuve la satisfacción —también el honor— de acompañar a mis amigos los Moros d’Alqueria en la inauguración, el pasado viernes, de su nueva sede en la calle Galicia, («La Alhambra dels Mestrets» en atención al barrio en el que está ubicada) que ha visto la luz merced a la munificencia generosa de la fundación Balaguer Gonell. Se trata de un amplio edificio polifuncional, propiciado hasta los mínimos detalles por Toño Font, que une a su amplitud una diversa cantidad de espacios, muy bien concebidos, para conferir una muy variada utilidad a la sociedad y a los planes, festivos, culturales, pedagógicos, corporativos y benéficos, que aborda.

Y es que los Moros son un ejemplo de filantropía y devoción castellonera, como también lo son ciertas agrupaciones semblantes.

LA FIESTA, con su alegría, su jovial y entrañable camaradería, su manifestación para satisfacer y regocijar a las gentes de su pueblo ya es de por sí un propósito, pero en la filosofía de los Moros d’Alqueria, subyace una generosidad mucho más amplia y desprendida y eso, en estos tiempos de egoísmo individualista, no tiene precio. Esa actitud es la que tapa, con adhesivo esparadrapo, las bocas criticonas de quienes acusan a los miembros del colectivo de vivir, en exclusiva, para su propio regocijo. Que hay un componente de diversión particularizado, cierto, pero no lo es menos que hay otro mucho más importante de altruismo, que las gentes de Castellón deben conocer, reconocer y agradecer a esta sociedad. Yo soy el primero en hacerlo.

*Cronista de Castellón