Es día de fiesta en les Ermites, pero sobre todo, de trabajo para ganadero, mayorales y más allegados, a los que les tocó bregar con el casi centenar de animales que fueron marcados a fuego con el único hierro que existe en la Comunitat Valenciana perteneciente a la Unión de Criadores de Toros de Lidia: el de Daniel Ramos. Antes de llegar a la finca, uno se da cuenta por los nuevos cercados de la ambición de este ganadero, que está logrando el respeto de compañeros y profesionales subiendo peldaño a peldaño con esfuerzo y mucho empeño. A pesar de la neblina y el celaje, la faena campera congregó a un número importante de aficionados. Nadie quiso perderse el acto de acristianar a los becerros, que fueron marcados a fuego con el 6, el año ganadero de su nacimiento, y bendecidos por la Virgen del Rocío y Sant Antoni, que colman la ganadería y a quien el ganadero castellonense se advoca para que embistan...

A Daniel le ayudaron sus hijos Hugo y Héctor, muy involucrados en la cuestión desde que llevaban chupete. El relevo está asegurado. Mientras dejan caer el hierro candente y desaparecen entre la humarada de olor acre, se escucha al fondo el turreo de los toros, son las dos corridas que se lidiarán en Iniesta y Manzanares. Posiblemente, uno de sus matadores sea Rubén Pinar, ayer presente y ayudando como el que más en las faenas. Hubo otras caras conocidas como los tres presidentes de la plaza: José A. Gracia, Vicente Oliver y Antonio Aguilar; además del jefe de la Policía Autonómica, Álvaro Rodríguez. El empresario Juan Mechó, el magistrado Manuel Pons o el responsable de Espectáculos en la Casa dels Caragols, Miguel Ángel Guillén. Gente de sectores diversos, incluso de distintos colores políticos, unidos por una pasión: los toros.

Al finalizar la faena, el premio: paella. Dos orejas y rabo para el chef. Y con la satisfacción del deber cumplido, los becerros herrados y saneados, la tertulia. A Daniel le espera un arranque crucial: el día 19 en Arnedo, y el 23, Castellón. Las otras tres novilladas también tienen destino. Está contento y se le nota. Luego llegó el flamenco, la guitarra y el cante... que con el turreo de los toros de fondo, sí que tiene arte.

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