El pasado mes de abril celebramos por todo lo alto el segundo aniversario de La Bohemia, en la calle Císcar de Castellón.

A estas alturas todos tenemos claro que es el gran motor cultural de la capital de la Plana, eso sí, con el permiso de pesos pesados como la Fundación Dávalos-Fletcher, el Espai Obert Les Aules o la Llotja del Cànem.

La Bohemia es un centro cien por cien privado que se inventó Manu Vives hace dos años. Es un referente para todos aquellos que sentimos que Castellón debe ocupar un lugar privilegiado en lo que a contenidos culturales se refiere. Es un símbolo de libertad, de democracia y de acceso cultural universal. Tal vez por eso hace bandera de la provocación, un día sí y otro también.

Desde bien entrada la tarde y para celebrar el aniversario, este espacio creativo estuvo repleto de pintores, músicos, poetas, novelistas, escultores, lectores, cineastas, cinéfilos, bibliófilos y políglotas, que se dice pronto, oigan. Todo el que siente un mínimo interés por las artes, acudió. Todo el que siente afecto por la libertad, no se lo perdió.

Desde su modestia, al contrario de lo que ocurre con el triste Menador o el moribundo Espai d’Art Contemporani, La Bohemia deslumbra. En ella no solo brilla el mármol de las paredes. Porque tiene alma. Porque su gestión ni es política ni está politizada. Porque La Bohemia es cultura y la cultura es bohemia.

*Escritor