Esta Semana Santa ha pasado sin pena ni gloria. Muchos castellonenses se han retirado a su pequeño apartamento de costa, al camping de confianza o a la casita del pueblo.

Otros muchos han aprovechado para visitar Madrid, Barcelona, Sevilla o París. Eurodisney ha triunfado entre muchos conocidos. Y Castellón de la Plana se ha quedado compuesto y sin novia.

Todo ello ha servido para que la ciudad gane cierta calma. Un sosiego poco habitual, más allá del periodo estival. Y he comprobado que Castellón, pese a lo que muchos dicen, mola. Mola mucho.

Parte interesada de la opinión pública y publicada, mediática y política, cizañera y cainita aprovecha cualquier acontecimiento de los que pasan todos los días a todas horas en todas las ciudades para denostar Castellón. Y eso da mucha pena.

Castellón es una gran ciudad. Sus empresarios se baten el cobre por sacar adelante sus compañías. Los bares y restaurantes del centro hierven cada mañana. Y en los barrios fidelizan sus clientelas con un constante buen hacer. Luchan, se las ingenian como pueden y ayudan a que esta ciudad salga adelante.

Al igual que los quiosqueros, los tenderos, los sastres, los panaderos y demás.

Todos hacemos grande a Castellón. La ciudad tranquila, en apariencia, con un corazón que late desbocado.

*Escritor