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Beatriz Romero llena de comunicación el escenario a través de sabias manos y una dulzura sin límites. Cuando esta moncofense sube a las tablas para interpretar a lengua de signos los temas de Rozalén, ante miles de seguidores, consigue el reto de dar forma a la integración de las personas sordas.

Beatriz recuerda que coincidió con Rozalén de cooperantes en Bolivia. «Allí empezó todo, ella vino con su guitarra y mucha paciencia, yo llevé mi lengua de signos y mi nariz de clown. En los ratos libres le pedíamos que cantara constantemente (de ahí su paciencia ante tanta insistencia) para desconectar de la rutina diaria. Así que en los tiempos muertos, cuando ella se arrancaba, yo signaba lo que ella cantaba».

A su regreso a España, Beatriz iba a todos los conciertos que podía y Rozalén la «subía al escenario en algunas canciones para interpretar en lenguaje de signos». «A la gente parecía gustarle», indica. Pero fue en 2011 cuando las invitaron a participar en un concierto a beneficio de un colegio con niños de distintas capacidades del Sáhara. Al finalizar, las personas sordas, que estaban entre el público, se acercaron a felicitarles, comenta. Las discográficas empezaron a interesarse tras grabar el videoclip 80 veces en el 2012. La demanda de la presencia de Beatriz signando los temas de la cantante fue in crescendo hasta que se vio obligada a pedir una excedencia a Educación (trabajaba en un instituto) para poder dedicarse en exclusiva a la interpretación con Rozalén. «Cambié el trabajo de mi vida por el de mis sueños. Mi jefa y compañera de trabajo es una de mis mejores amigas. Me gusta lo que hace y también mis compañeros de equipo», puntualiza encantada.

Algo casual

«El proyecto fue tomando forma sin pensarlo, de manera casual. Yo admiraba la forma de cantar y contar de Rozalén y ella mi manera de signar», reconoce. Ahora todos los conciertos son bilingues. «son inclusivos y la lengua de los signos forma parte del espectáculo, es también protagonista». Personas oyentes y sordas disfrutan de la música y aplauden de forma sonora y visual.

El miedo escénico la aborda antes de cada concierto. «Me pongo muy nerviosa, pero es una señal de que quieres hacerlo bien. Para vencer el pánico de la puesta en escena me formé como clown, interpretación, improvisación, danza..., cualquier aprendizaje o disciplina que me hiciera sentir más segura ante un público tan numeroso», dice.

La moncofense disfruta de su éxito con cierto «alucine». «Intento no pensar mucho para no hiperventilar», indica. Le encanta lo que hace y está muy orgullosa de «todo el trabajo que hay detrás, por la producción, por la proyección internacional, por la inclusión....». «Hay que trabajar duro, pero estoy feliz y todo el equipo está muy dispuesto».