El pasado sábado visité en la sala de exposiciones de la Fundación Dávalos Fletcher una atractiva muestra conmemorativa del centenario de la inauguración del instituto Francisco Ribalta con planos, documentos, fotografías, e incluso aparatajes de los laboratorios de Física, Ciencias, Historia... Una muestra que interesó a los castellonenses en gran manera, como pude deducir por la afluencia de público que había en la sala, que en su mayoría, todo hay que decirlo, eran personas mayores, exalumnos que miraban las piezas expuestas con nostálgica emotividad. Y es que la majestad del edificio, inspirado en la decimonónica universidad de Barcelona de Elias Rogent, como puede apreciarse en la estructura en tres cuerpos de su planta y en las similitudes de la fachada principal, del vestíbulo y de la escalinata (por más que esta tal vez recuerda la del Alcázar de Toledo), aún transmite cierto halo romántico de remembranza a quienes estudiamos allí o mayormente a quienes impartimos docencia en sus aulas.

Hay edificios que además de historia tienen un alma peculiar; la del instituto que construyó Francisco Tomás Traver sigue viva y palpitante y no solo por su arquitectura, sino por las vivencias que sus paredes encierran. ¡Ay qué razón tenía la baronesa Dudevant, (George Sand) la amante de Chopin cuando decía: «Los recuerdos son el perfume del alma»!

*Cronista oficial de Castellón