Algunos lectores me han comentado cómo ha conseguido el neoliberalismo dominar hasta tal extremo nuestra vida, nuestros deseos y expectativas. La respuesta no es sencilla, pero hay van algunas ideas para pensarlas y discutirlas entre todos.

En primer lugar, apropiándose del sistema educativo. Recuerden que la educación ha sido y es el pilar de toda sociedad. No nacemos consumidores compulsivos, pero lo somos. Mientras desaparece la educación en el respeto, la solidaridad o la cooperación, se machaca en todos los niveles que debemos ser competitivos siempre y en todo lugar; que nada debemos a los demás; que todo depende de nuestra iniciativa privada; que la cultura es un lujo y no una necesidad, etc.

En segundo lugar, una vez incrustado el individualismo en nuestras neuronas, la democracia deja de ser un proyecto colectivo, una forma de vida, y se convierte en un mero mercado, un intercambio de votos por intereses. La participación se siente como un engorro, una molestia. Se oculta así que con este cambio solo salen ganando los que tienen con qué pagar estos votos, con qué alimentar a los partidos políticos. ¿Les suenan de algo las puertas giratorias?

Desde esta mercadocracia, en tercer lugar, le toca el turno a la destrucción de lo público. Primero se reducen los presupuestos para sanidad o educación y luego, tras su deterioro, se argumenta que deben privatizarse para ser más eficientes. Todo hay que subcontratarlo. Si no hay negocio no hay motivación, nos repiten. Con lo que volvemos a la casilla del mercado. Al final, se acaba pensando que todo se puede comprar y vender. Ya está listo el camino para el neoliberalismo.

*Catedrático de ética