No coincidió el veredicto del público con el del jurado en la final de la quincuagésima primera edición del Certamen Internacional de Guitarra Francisco Tárrega. El tribunal, compuesto por guitarristas premiados en ediciones pasadas del concurso, otorgó el primer premio al mexicano Alejandro Cordova y la asistencia adjudicó su voto al rumano Mircea Gogoncea, a quien se adjudicó el segundo premio.

En el momento de la entrega de galardones, pasadas las dos de la madrugada del sábado, en el Teatro Municipal de Benicàssim, los no demasiado numerosos aficionados que permanecían en la sala para escuchar el veredicto, no fueron demasiado pródigos en aplausos al vencedor, está claro que sus preferencias iban hacia otro lado, como lo demostraron con su voto. No obstante, cabe decir que fue una postrera sesión de altura.

El coreano Deion Cho logró el premio a la mejor interpretación de la obra de Tárrega y el ucraniano Marko Topchii se quedó con su condición de finalista.

No obstante, los grandes vencedores de la sesión final del concurso fueron la Orquesta de Valencia y el maestro Salvador Sebastiá. El director burrianense, preciso en el gesto, e inspirado en todo momento, supo conducir a una muy profesional camerata con un sonido cautivador y una afinación impecable, tanto en el conjunto como en las intervenciones solistas. Sin duda, grupo instrumental y batuta a repetir.

Cuatro conciertos distintos para guitarra y orquesta (caso creo que único en el certamen) fueron los que interpretaron los finalistas. Topchii se las vio con el de Villa Lobos del que ofreció un sensitivo andantino (casi adagio) con excelente digitación en la cadencia y un rítmico allegretto, con un tema marcado con vehemencia por la orquesta. Sus Variaciones del carnaval de Venecia tuvieron inspiración y resuelta técnica.

Un sonido sedoso

El ganador del certamen, que actuó en segundo lugar, interpretó el Concierto del sur de Ponce. Sebastiá le dio el acento de Falla a toda la obra, algo que no llegó a avizorar el solista, a excepción de la cadencia. Destacar el sonido sedoso en el andante por parte del grupo instrumental (con un guitarrista algo afectado), contrastado por un ritmo animoso en el ternario allegro conclusivo, a buen ritmo, en el que fueron correspondidos por la guitarra. Correcto estuvo Cordova en el mecanismo de sus versiones de Tárrega aunque con tiempos muy discutibles.

Deion Cho posee un sonido metálico y amplio y una escrupulosidad evidente que desgranó en sus versiones de Tárrega. Estuvo preciso en la pulsación del allegretto del primer concierto de Castelnuovo con una orquesta que le respondió con un halagado paladar de vino generoso. Sentimental en la Romanza, recogida por unos conmovedores clarinete y flauta, algo que también sucedió en las intervenciones de oboe y fagot en el cavalleresco, con una expresión decidida por la guitarra.

Gogoncea ofreció, por primera vez en la historia del certamen, el Concertino de Bacarisse, la única que estrenó el infalible Yepes, frente a los demás conciertos que se dedicaron a Segovia. Tal vez le pasó factura al rumano lo exiguo de su sonido en el sinfónico allegro, otorgando, por el contrario, un elegante fraseo y emoción contenida en la conocidísima romanza, respondido por un tutti de sedosas cuerdas. Un acento dominador en el scherzo y un lirismo pasional en el rondó, fueron los referentes de los últimos tiempos. Su Capricho árabe tuvo inspirados momentos muy personales.

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